Y continuó aún mejor, pues el comandante, que se jubilaba y hacía su último vuelo con la compañía, me ofreció pasar a la hoy ya desaparecida Grand Class, mejorando sensiblemente la siempre incómoda experiencia de pasar tantas horas sobrevolando el Atlántico.
Mi hotel en Río no era el mejor (el mejor, para mi gusto, es el Copacabana Palace), pero estaba situado en una posición estratégica, frente al final de la playa de Copacabana y muy próximo al comienzo de la de Ipanema, lo que me permitió pasear por ambos barrios y visitar las dos playas, teniendo siempre la base de operaciones próxima. Además, las vistas desde las habitaciones y la piscina eran tan buenas como cualquier viajero desea cuando viaja a la vieja capital brasileña.
Fueron días intensos, como no pueden ser de otra manera en Río de Janeiro. Largos paseos, jornadas de playa, excursiones memorables...
Es indiscutible que la ciudad ofrece casi infinitos atractivos al visitante, pero será en otra ocasión cuando hablemos del Pan de Azúcar, del Corcovado, de la bahía de Botafogo o de la famosísima playa de Copacabana, ya que ahora vamos a centrarnos en otro de sus barrios, inmortalizado por la música de Antônio Carlos Jobim y la letra de Vinícius de Moraes: Ipanema.
Mosaico de la playa de Ipanema |
Ipanema es un barrio menos agobiado que otros por el turismo. Una zona de artistas, de intelectuales... en la que, por alguna razón predominan los habitantes de raza blanca. Abundan en sus calles los comercios modernos, los cafés y los restaurantes.
Su playa es abierta, propensa al oleaje, por lo que es una de las favoritas de los amantes del surf, especialmente en la zona rocosa de Arpoador, desde la que se divisan las más bonitas vistas de la bahía, con la silueta recortada de los 'Dos Hermanos' al fondo, que marcan el carácter inconfundible de Ipanema.
La playa está bordeada por un paseo pavimentado con su característico y personal mosaico blanco y negro, con la misma combinación de colores, pero de diseño muy diferente al célebre de Copacabana.
El barrio que es, en realidad, una no muy ancha banda de terreno entre el océano y la laguna, se ha ido convirtiendo, con el paso de los años, en uno de los más exclusivos de la ciudad, con locales de mucho prestigio y estilo. La propia playa es un centro de reunión, en especial en los alrededores del bien conocido Posto 9 (puesto de vigilancia nº 9).
Restaurantes de moda, como Zazá Bistrô o Market Ipanema, son lugares actuales, frecuentados por gente joven que busca una experiencia que va algo más allá de una simple comida convencional. Pero estos dos son tan solo un ejemplo. Hay muchos y constantemente se incorporan novedades interesantes.
Las rocas de Arpoador |
Otro tanto ocurre con los cafés y los bares. Hoy el más famoso es Garota de Ipanema, creado en 1974 en el lugar que acogió al antiguo Bar Veloso, en el que la tradición cuenta que Tom Jobim y Vinícius de Moraes vieron, allá por 1962, a Helô Pinheiro (Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto), quien les inspiró una de las canciones que popularizó la bossa nova a nivel mundial. La canción fue titulada, en un principio, 'Menina que passa' y, más tarde, rebautizada como 'Garota de Ipanema', alcanzó su fama internacional.
De las infinitas versiones que se han hecho de ella, me sigue gustando más que otras la cantada por Astrud Gilberto, acompañada por el gran saxofonista de jazz, Stan Getz.
Como he dicho al principio, aquel viaje a Río empezó bien. Terminó algo peor, claro está, pero solo porque marcharse de Río de Janeiro siempre produce tristeza. Entretanto, debo reconocer que uno de los mayores placeres de esa extraordinaria ciudad costera (una de las más bellas del mundo, sin la más mínima duda) es el de acabar la tarde sobre las rocas de Arpoador y contemplar desde allí la puesta de sol, mientras las olas rompen a tus pies contra esa peculiar piedra con aspecto de ballena varada. Algo que hubiese hecho las delicias de Derain, Seurat o Signac, a quienes desde estas líneas mando, con nostalgia, un recuerdo emocionado...