martes, 24 de mayo de 2016

Madrid en cuatro fotos (IV)

Nos parecía bueno incluir fotografías actuales en estos artículos que, bajo el nombre común de 'Madrid en cuatro fotos', vienen presentando aspectos de la capital de España, captados por las cámaras de excelentes artistas de la imagen fija, a través de muy diferentes épocas.
Cierto es que, hasta ahora, nos hemos centrado en trabajos de profesionales que realizaron sus instantáneas madrileñas hace décadas, pero en esta ocasión vamos a presentar una combinación del antes y después de una ciudad que nos va a proporcionar una curiosa sensación de atemporalidad, al contemplar unas imágenes actuales, cuyos autores han conseguido dotar de ese bonito toque clásico que es patrimonio del arte que perdura a través del tiempo.

Empezaremos con una fotografía clásica de Nicolás Muller. Su bien conocida instantánea de 1950 en la que nos presenta una magnífica composición coral que cuenta, sin palabras, una tarde de domingo en la Casa de Campo, bien podría ser un cuento de mi admirado Medardo Fraile o el resumen de una película de Edgar Neville.
Muller se instaló en España tras un periplo obligado desde su Hungría natal, y aquí fue donde desarrolló al máximo sus virtudes como notable retratista de un costumbrismo realista y sin concesiones que, en sus orígenes, había llegado a causarle graves problemas.
A mí, personalmente, la espectacular coreografía de este retrato veraniego me parece tan perfecta que me hace dudar de que se trate de una instantánea improvisada sobre la marcha. 


La segunda es del conocido fotógrafo portugués Horácio Novais (1910-1988).
La escena lo dice todo. Un peatón está próximo a alcanzar la acera norte de la calle de Alcalá, mientras los coches comienzan a moverse, en dirección a la Puerta del Sol o a la Gran Vía. Al fondo el Palacio de Telecomunicaciones (hoy Ayuntamiento). Entre los vehículos destaca, en primer plano, un moderno Ford Vedette que contrasta con los modelos más antiguos que vemos tras él. En la fotografía, que probablemente está tomada durante su viaje a Madrid en 1954 (la matrícula del Ford es de 1953), también tienen protagonismo los cables del trolebús que llevaba ya unos años circulando por Madrid y permaneció activo hasta su desaparición en 1966.



Virgilio Hernando obtuvo un accésit en el III Premio Eurostars Madrid Tower con esta impactante fotografía de la Gran Vía, tomada en día lluvioso en pleno paso de peatones entre Fuencarral y Montera.
La imagen obtenida es de una gran intensidad y la expresión del personaje que aparece en primer plano tiene una fuerza indiscutible, impregnando con su gesto el carácter de una panorámica dividida en dos por la lejana silueta del edificio Capitol.
Una fotografía actual que conserva los parámetros de esas otras, más antiguas, que tantas veces hemos visto de esta zona de la Gran Vía. El efecto de la lluvia sobre la calzada y los paraguas de los transeúntes, sumados al blanco y negro, acrecientan el aire atemporal de una calle que aparece aquí con un aspecto tranquilo y nada frenético.





Por último, incluimos la que consiguió el premio en el mismo concurso. Su autor es José Ramón Luna de la Ossa, un fotógrafo profesional madrileño, nacido en 1974.
Curiosamente, la imagen nos vuelve a presentar el edificio Capitol como elemento arquitectónico principal, aunque desde una perspectiva bien distinta.
Está realizada en la cafetería de la última planta de El Corte Inglés de Callao, que disfruta de unas impresionantes vistas sobre el último tramo de la Gran Vía y una parte del oeste de Madrid (Ópera, Palacio Real, Casa de Campo...).
Las siluetas de los clientes, recortadas sobre el ventanal y las líneas dibujadas en los cristales, señalando la situación de los edificios visibles más importantes, crean una atmósfera especial, muy atractiva.
Luna de la Ossa dice que hizo la foto, precisamente el 22 de diciembre de 2014, mientras se oía, de música de fondo, el canturreo de los niños de San Ildefonso, durante el sorteo de la lotería de Navidad, así que, como él mismo señala, se trata de una imagen con banda sonora.





Estas dos últimas fotografías son una prueba de que un buen documento gráfico, capaz de sintetizar una parte del espíritu de una ciudad, de un pueblo, de una aldea... no depende de la fecha de su realización, sino de la sensibilidad del artista que está detrás de la cámara.