sábado, 1 de junio de 2013

Las sirenas, el mar y Positano

Li Galli

Si las sirenas que en la antigüedad habitaban en el pequeño archipiélago de Li Galli volvieran a su viejo hogar, seguirían disfrutando de una de las costas más bonitas del planeta, de su mar azul, su clima templado y su cielo siempre limpio y luminoso.
Frente a ellas, Positano, una de las joyas de la Costa Amalfitana, sigue escalando con sus pequeñas casas por las escarpadas rocas que parecen haber sido colgadas sobre su pequeña bahía por algún cíclope soñador y solitario, de gustos refinados.

Pocos pueblos en el mundo presentan una panorámica tan pintoresca y, a la vez, rebosante de esa delicada clase que solo poseen quienes disfrutan de la eterna bendición de los dioses.
Positano
Da igual que lleguemos a Positano por barco desde Capri, Sorrento o Amalfi. Siempre nos encontraremos con una visión especial y extraordinaria, sorprendente y única. Y lo mismo nos ocurrirá si llegamos por esa estrecha y sinuosa carretera que apenas se abre camino entre los acantilados de la costa. La impresión que nos producirá el espectacular decorado natural de Positano será imborrable. John Steinbeck, alejado de sus uvas y su ira, decía en su conocido artículo de Harper's Bazaar que es un lugar que parece irreal cuando se está en él, pero que se hace real en la nostalgia cuando te has ido. Una opinión que creo comparten casi todos los que han visitado este pequeño pueblo marinero, que siempre mira hacia el sur, con sus espaldas bien protegidas en la roca.

Il San Pietro
Las sirenas eligieron bien. La vista de Positano nunca cansa. Vivir frente a su puerto, a su playa y a su permanente aroma de limón, en un mar que solo piensa en un azul tan infinito que se funde con el cielo, es lo mejor que le puede suceder a una sirena, incluso si está varada en el tiempo, como la de Alejandro Casona.

Positano es un pueblo vertical, audaz y sosegado, a un tiempo. Tiene infinidad de hoteles, pensiones y casas de huéspedes, aunque sus dos grandes son, sin duda, Le Sirenuse y el San Pietro. Cualquiera de ellos, con su estilo elegante y displicentemente desenfadado, será motivo de una experiencia extraordinaria.
Todo en ellos es bueno (menos el precio, desde luego), pero, tal vez, en ambos casos, lo mejor sean sus vistas, una más próxima (Le Sirenuse) y otra un poco más lejana (San Pietro). Tampoco están mal como restaurantes o para tomar una copa en sus magníficas terrazas a la caída de la tarde.
Algo más lejos, a unos cuantos kilómetros de Positano, siguiendo la carretera que va a Amalfi, nos encontramos con el que es mi hotel favorito en la Costa Amalfitana: Casa Angelina.
Limones en Praiano
La realidad de este hotel, situado junto al pequeño pueblo de Praiano, es difícil de describir. Literalmente colgado de las rocas, sobre el azul más intenso que podamos imaginar, sus grandes terrazas e inmensos ventanales hacen de la costa el mayor espectáculo visual que podamos pensar. Un hotel blanco, de acceso casi imposible, que nos transporta hasta nuestros sueños más lejanos y nos deja instalado en ellos hasta que el implacable dolor del regreso nos devuelve al mundo terrenal, alejándonos de la etérea morada de los dioses en la que nos hemos alojado mientras duró nuestra efímera condición de ninfas y titanes alados.

La otra gran ventaja de Casa Angelina es su estratégica situación, casi equidistante de Amalfi y Ravello, al este, y Positano, al oeste. Y, como toda la Costa Amalfitana, con los ojos puestos en el mar y en el sur.

Praiano
Praiano es un pequeño pueblo de la costa, famoso por sus limones. Y también por el licor que se produce con ellos, el limoncello. Sus viejas industrias de seda desaparecieron hace más de un siglo, al igual que lo hicieron muchas de las antiguas iglesias de esta tranquila localidad que fuera un día residencia de verano de los duques de Amalfi.
Los amantes del senderismo tienen aquí una de las mejores opciones de todo el sur de Italia. Me refiero al mundialmente célebre Sendero de los Dioses, un camino con vistas espectaculares que discurre entre Praiano y Positano, abriéndose paso entre riscos y barrancos, que nos ofrece una nueva perspectiva escénica de esta maravillosa costa.

Positano desde Casa Angelina
Volviendo a Positano, ya sea por un camino u otro, debemos recordar que su gastronomía es notable. Aparte de los ya mencionados como hoteles (que también tienen una excelente cocina) podemos mencionar, entre otros muchos, el muy afamado Donna Rosa, Il Ritrovo o mi preferido, Da Vincenzo.
En cualquiera de ellos comeremos bien, en ese ambiente agradable y relajado, tan frecuente en el pueblo favorito de las antiguas sirenas.
Después de la cena... o como aperitivo, es imprescindible tomarse un Albertissimo en el pequeño kiosco azul de L'Alternativa, junto al muelle. Toda una experiencia única y, en verdad, diferente.

El mar de Positano
Tiendas de todo tipo, algunas muy sofisticadas, abundan en Positano. Casi tanto como los comercios de cerámica, tan característica en toda la costa, con sus predominantes tonalidades amarillas. Sandalias hechas a mano, diferentes tipos de limoncello... y la decana de las tiendas de moda de Positano, Maria Lampo, toda una institución desde su nacimiento en 1946. 
Y, para descansar del ajetreo de las compras, nada mejor que un rato de relax en los jardines del Palazzo Murat, un verdadero jardín botánico en pleno centro de esta villa marinera de Campania, cuya catarata de casas rosas, blancas y ocres se ofrece, eterna, frente al mar, ante los siempre asombrados ojos de las sirenas.

1 comentario:

  1. Gracias Paco, proximamente el 11 de Septiembre pargo con mi esposo y mis cunados en viaje a Europa de un mes, pasaremos pof la Costa Amalfitana, y felices del dato de las sandalias hechas a mano, por supuesto q lo haremos con mi cunada!,,,
    Adoro leer Post mi hija Pamela tiene:la brujula viajera, y tb escribe maravilloso, velo te encantara.
    Atte Rosemary

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