Pero basta alejarse unos pocos kilómetros hacia el interior para encontrarnos con lugares asombrosos y solitarios, de extraordinaria belleza y sin apenas visitantes.
Uno de ellos es Tourrettes-sur-Loup, un bonito pueblo medieval, colgado (no es una metáfora) sobre unos espectaculares acantilados, que surgen de esas estribaciones de los Alpes que van cayendo hacia el mediterráneo, entre bosques y densa vegetación de permanente verdor.
Tourrettes-sur-Loup es uno de esos milagros (más frecuentes en las proximidades de la Costa Azul de lo que muchos creen) que se conservan casi intactos en una zona cuya densidad turística es de las más altas de Francia en verano. Dista unos catorce kilómetros de la costa y se llega a ella en unos minutos desde Vence, por una tranquila y poco transitada carretera que me gusta mucho recorrer cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo, huyendo del permanente ajetreo de la cercana autopista A8
Una florida calle de Tourrettes |
Pero, siendo Tourrettes una villa de gran belleza, su mayor fama le viene por el hecho de ser el único lugar de Francia en el que el cultivo principal es la violeta, favorecido por una climatología idónea. En febrero y marzo sus campos se tiñen de su color y el aroma de sus particulares flores inunda todos los ambientes de la localidad. Una singular excepción en una Provenza tan dominada por la lavanda y las mimosas.
El cercano valle del río Loup es muy atractivo, y tiene en su célebre garganta, que está en el entorno del vecino pueblo de Gourdon, su más espectacular enclave. Es una excursión que merece la pena hacer si se pasa por esta zona.
Mucho más interesante, desde luego, que desplazarse hasta Grasse para visitar sus famosas fábricas de perfumes, ya que, sin menospreciar en absoluto a ninguna de las tres grandes y muy bien conocidas empresas dedicadas, desde hace muchos años, a tan aromática actividad (Fragonard, Molinard y Galimard), la ciudad no tiene una estructura urbana especialmente acogedora, por lo que el viajero no se siente atraído por más encantos que los relacionados con el sentido del olfato (que no es poco, claro).
Mucho más interesante, desde luego, que desplazarse hasta Grasse para visitar sus famosas fábricas de perfumes, ya que, sin menospreciar en absoluto a ninguna de las tres grandes y muy bien conocidas empresas dedicadas, desde hace muchos años, a tan aromática actividad (Fragonard, Molinard y Galimard), la ciudad no tiene una estructura urbana especialmente acogedora, por lo que el viajero no se siente atraído por más encantos que los relacionados con el sentido del olfato (que no es poco, claro).
Tourrettes desde el viejo puente del ferrocarril |
Eso sí, para encontrar el camino es necesario ser conocedor de la zona, ya que (supongo que con toda la intención) no está señalizado.
Le Relais des Coches |
Junto a su entrada, los restos de un antiguo coche de caballos nos recuerda que el local fue lo que, con tanta precisión, indica su nombre.
Al caer la tarde, tras haber sido protagonistas de una excursión de singular belleza, que pocos turistas hacen, regresaremos a Vence, Saint Paul, Cagnes-sur-Mer, Niza o a otros lugares más frecuentados y conocidos, sobre los que hablaremos en futuras ocasiones, ya que sus virtudes lo requieren.
Pero hoy, tal vez nos quedemos un rato más en la vieja villa de Tourrettes, seducidos por sus especiales encantos e inmersos en su inequívoco y eterno aroma de violetas...
Pero hoy, tal vez nos quedemos un rato más en la vieja villa de Tourrettes, seducidos por sus especiales encantos e inmersos en su inequívoco y eterno aroma de violetas...
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