Pasar las fiestas navideñas lejos de casa es un hábito que siempre me ha parecido muy prudente y recomendable.
El centro de Megève |
Procuro practicarlo con tanta asiduidad como puedo y, puesto que ya he cumplido un buen número de años, he tenido oportunidades para hacerlo de muchas y muy diferentes formas.
Una alternativa razonable es viajar durante esas fechas tan entrañables (y, sobre todo, tan difíciles de soportar con un mínimo de serenidad y paz mental y estomacal) a una de esas ciudades que tienen, además de la ventaja de la lejanía, esa otra de proporcionarnos un entorno algo más atractivo, como pueden ser, por ejemplo, Nueva York, París o Venecia.
Escudo de Megève |
Ahora mismo sería incapaz de recordar todos los sitios en los que he pasado, al menos una parte de estas festividades que se hacen siempre tan largas y agotadoras cuando decides correr el riesgo de permanecer en tu habitat natural (algo que solo es recomendable si eres niño y, además, vives en los años cincuenta o sesenta del pasado siglo, lo que cada vez es más improbable que suceda), pero, desde luego, han sido muchos y diversos.
Guardo buen recuerdo de casi todos aunque, quizás, los mejores están vinculados al mundo de la nieve.
De entre todos ellos, quiero hoy destacar a un pequeño pueblecito de los Alpes que reúne unas características muy excepcionales: Megève.
La leyenda de Tirecorde |
Megève es uno de esos pueblos de montaña que solo parecen existir en los cuentos o en el mundo del cine.
Está situado entre dos valles, en la Alta Saboya francesa, y si bien su fundación original es atribuida a Muffat y Grosset, protagonistas de la antigua leyenda de Tirecorde, es la familia Rothschild la que, en la segunda década del pasado siglo, se decide a convertir Megève en un centro de vacaciones de invierno del más alto nivel, capaz de competir con las estaciones suizas más prestigiosas del momento.
Para llegar a Megève lo mejor es volar hasta Ginebra y, desde allí, viajar por carretera con uno de los numerosos servicios de coches o pequeños microbuses que conectan el aeropuerto con las diversas estaciones y pueblos de los Alpes franceses.
Una vez allí, el principal problema es decidirse por buscar alojamiento en el bello y apartado Mont d'Arbois o hacerlo en el centro del pueblo. Es una elección difícil, aunque para Navidad es mejor quedarse abajo, en ese pequeño y pintoresco núcleo urbano, que nos parecerá sacado de un relato navideño (de los de antes, claro).
En el Mont d'Arbois nos quedaremos en el Chalet du Mont d'Arbois o el La Ferme du Golf (en verano hay un bonito campo de golf junto a lo que en invierno son pistas de esquí).
El Chalet, de gran elegancia y perfectamente integrado en el estilo alpino, es la opción más cara, pero es realmente un sitio muy especial en todos los sentidos.
Y tampoco es mala alternativa La Ferme, más familiar y muy bien situada para quienes practiquen el esquí (y el golf en verano, claro). Madera por todas partes y una cuidada decoración crean un ambiente tradicional de montaña, en el que todos los detalles (incluida la comida) están cuidados.
El gran hotel del pueblo es Les Fermes de Marie. Un lugar tan excepcional que pertenece a ese elegido grupo de albergues en los que el lujo se siente por todas partes, pero no se hace ostentación de él. Lo sentimos, pero no lo vemos, como debe ser. Magnífico en todos los aspectos y a solo dos pasos de la plaza de la iglesia, en la que todas las navidades se coloca un abeto que completa un cuadro, generalmente nevado en esas fechas, que hace aún más perfecto el cuidado entorno de uno de los pueblos más bonitos que conozco en los Alpes. Está claro que Rothschild no eligió mal.
Navidad en Megève |
Como es lógico, hay muchos otros hoteles, albergues y apartamentos en Megève, tanto en el centro como en los alrededores y la mayoría están bien cuidados, como corresponde a una estación de esquí tan exclusiva, pero que tiene la gran virtud de saber mantener, a la vez, un espíritu familiar que la hace muy acogedora para ir con niños, lo que, en Navidad, es siempre de agradecer.
Muy bien situado, en pleno centro y próximo al telecabina de Chamois, desde el que se accede muy fácilmente a la zona de Rochebrune, la más cómoda para esquiar cuando se está alojado en el centro del pueblo.
Por cierto que en la cota más alta de Rochebrune tenemos un veterano restaurante que es un clásico en Megève: L'Alpette.
Pistas y vistas |
Situado a 1895 metros de altitud y con un panorama impresionante de los Alpes para disfrutar desde sus terrazas, L'Alpette es una visita obligada cuando se pasan unos días en Megève. Es un sitio perfecto para hacer un alto en la jornada de esquí, descansar un rato y comer bien en un ambiente que te traslada a aquellos lejanos años en los que apenas éramos unos pocos medio chiflados los que nos decidíamos a desafiar las más elementales leyes del equilibrio (y de la física, en general), llevando un par de tablones de madera bajo una botas atadas con cordones, que en nada se parecen a los modernos y sofisticados equipos de nuestros días.
El dominio esquiable de Megève es muy grande y, como es obvio, hay pistas para todos los gustos y niveles. También es muy recomendable su escuela de esquí, con varias sedes para que cada alumno pueda escoger la que le resulte más conveniente. Unas vacaciones en la nieve siempre suelen ser divertidas pero si, además, son en Navidad y en una estación tan bonita y con tanta clase como Megève, el acierto estará casi garantizado.
Vista nocturna de Megève |
El viejo y repetido tópico de las navidades blancas se convierte aquí en algo que supera las expectativas de cualquier aficionado a la nieve e, incluso, de quienes solo buscan pasar unas fiestas con tranquilidad y muy alejados de los infinitos compromisos tanto sociales como familiares que acaban convirtiéndolas, casi sin remedio, en una verdadera pesadilla.
En Megève, el perfecto pueblo navideño de los Alpes, no correremos ese riesgo.