El antiguo territorio de Tanganica, que hoy ocupa la parte continental del estado de Tanzania, tras su unión con la isla de Zanzibar, es, probablemente, el gran destino natural de África. Bien es cierto que Suráfrica es espectacular y lo tiene casi todo, pero está demasiado europeizada como para disputarle a Tanzania el privilegio de ser la mejor representante de la naturaleza africana en su estado original. Y si hay que reconocer que Botswana y Namibia no están a la zaga de la antigua colonia alemana del África Oriental en cuanto a la virginidad de muchos de sus espacios naturales, es en Tanzania donde nos encontramos con esa África que todos tenemos bien definida en algún lugar de nuestra mente.
En lo que no hay duda es en que su mucho más conocida vecina del norte, Kenya, no puede resistir la comparación con la vieja Tanganica. Es probable que antes de que británicos y alemanes colonizasen, respectivamente, una y otra parte de lo que, sin duda, es una misma región geográfica, las dos fuesen muy parecidas; pero para el viajero de hoy, una visita a Kenya es un recorrido turístico, mientras que un viaje por Tanzania es una experiencia mucho más valiosa, si lo que queremos es introducirnos en la auténtica realidad del África intemporal.
La parte continental de Tanzania es, sobre todo, conocida por sus tres grandes maravillas naturales: el Kilimanjaro, el Serengeti y el cráter del Ngorongoro. Las tres son, sin lugar a dudas, impresionantes y únicas en el mundo. A mí, personalmente, me producen siempre el mismo efecto extraordinario que me causaron la primera vez que las vi, aunque no puedo evitar un escalofrío de temor cuando pienso que lo que la naturaleza creó con millones de años de esfuerzo, el hombre puede destruirlo en unos pocos, con el simple uso indiscriminado de una de las más terroríficas armas de destrucción masiva que se han inventado: el turismo.
Pues bien, además de sus tres colosales atractivos continentales, Tanzania tiene otros muchos que, siendo menos conocidos, no dejan de ser excepcionales. Entre estos últimos, mi favorito es el lago Manyara.
Lago Manyara |
El Parque Nacional del Lago Manyara es una de las joyas naturales más singulares del país. Está, más o menos, a mitad de camino entre Arusha (la capital turística del país) y el cráter del Ngorongoro y, aunque tiene una pequeña pista de aterrizaje para avionetas, la mayor parte de sus visitantes son meros transeúntes que hacen el recorrido por carretera entre esos dos puntos. Esta circunstancia obliga a que muchos de los turistas que pasan por el lago Manyara se limiten a una breve visita de la parte del parque más próxima a su entrada, lo que les deja una impresión completamente equivocada de su grandeza y espectacularidad. Los que tienen algo más de suerte, pasan una noche en uno de los dos lodges que dominan el lago desde lo alto del acantilado que lo bordea. Eso permite unas vistas excepcionales y un paseo, un poco más largo que el de los precipitados y agotados transeúntes, a la mañana siguiente, antes de continuar en su imprescindible viaje hacia el Ngorongoro.
Lake Manyara Tree Lodge |
Pero los únicos que pueden vivir el lago Manyara en toda su inagotable intensidad son aquellos afortunados que pasan dos o tres noches en el único lodge que hay dentro del parque, justo al final del largo camino que, bordeando el lago, separa la entrada del Lake Manyara Tree Lodge. Quienes allí se hospeden, vivirán una de las experiencias más apasionantes de su vida: diez asombrosas habitaciones, literalmente colgadas de árboles de caoba, perdidas en mitad de la selva. El lodge es fantástico: naturaleza en estado puro, sin luz eléctrica por las noches, oyendo como los animales nocturnos caminan por los tejados de brezo sobre nuestras cabezas y sintiendo toda la fuerza de África en su estado más primitivo. Las cenas en el boma, los desayunos cuando apenas está clareando el día o un baño en la rústica piscina, a la vuelta del safari, no serán fáciles de olvidar, por muchos años que pasemos, a nuestra vuelta a casa, rodeados de asfalto, cemento y ladrillos.
Boma |
El lago Manyara se extiende a lo largo de la parte de la falla del Great Rift Valley que lo bordea. Es un terreno largo y estrecho, con dos grandes fronteras naturales contrapuestas que lo hacen único: a uno de sus lados, las escarpadas y casi verticales laderas de la falla y, al otro, el inmenso lago, tranquilo y blanco cuando sus aguas bajan en la temporada seca, aunque casi siempre manchado de grandes superficies rosas, dibujadas por los millares de flamencos que habitan sus orillas.
El escenario es sobrecogedor: rocas cortadas a pico, vegetación exuberante, el infinito espejo de las inmóviles aguas del lago...
León trepador de Manyara |
Casi toda la fauna africana está presente en el parque, pero lo más destacado de ella son los raros leones trepadores, una especie autóctona y sorprendente que acostumbra a descansar sobre las ramas de los árboles, haciendo gala de un estilo más propio de leopardos que de leones.
Y por si todo esto fuera poco, el parque es el paraíso de las aves. Exagerando muy poco, podría decirse que no hay ni una sola especie (se han contado hasta 387) de las muchas existentes en el África Oriental que no pueda verse a orillas del Manyara.
No lejos del borde del lago, bien indicados por unas calaveras de búfalo, se encuentran unos manantiales termales que empapan con sus cálidas aguas la llanura que se extiende entre las rocas y la franja de arena blanca que bordea el lago, creando un hábitat muy especial para las aves acuáticas, los reptiles y mamíferos de todos los tamaños.
Los elefantes son muy abundantes, como también lo son búfalos, hipopótamos, jirafas, facóqueros, babuinos...
Entre los antílopes nos llaman la atención los pequeños klipspringers, siempre dominando orgullosamente alguna roca de la que parecen propietarios exclusivos.
Ningún amante de la naturaleza quedará defraudado de esta visita, antes bien, su recuerdo se quedará grabado en su espíritu para siempre, pero seguid mi consejo: quien tenga la oportunidad de visitar el Parque Nacional del Lago Manyara, que no deje de hacerlo con el tiempo necesario para conocerlo en profundidad, porque si se limita a un breve paseo motorizado, como sugieren muchos de los itinerarios turísticos, se habrá perdido una de las grandes maravillas de la naturaleza africana... el lago de la vida.
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