martes, 1 de enero de 2013

Marrakech

La primavera siempre parece estar llegando a Marrakech. Es verdad que, a veces, el viajero llega a dudarlo cuando se pierde entre las estrechas calles de su medina, pero cada vez que un patio asoma entre el adobe de sus viejos palacios o si atravesamos su roja muralla y observamos la silueta del poderoso Atlas tras el horizonte de sus huertas de naranjos, allí aparece, de nuevo, la primavera, ya sea en forma de promesa, de recuerdo o de rotunda realidad.

La muralla y el Atlas
Si bien todo Marruecos es extraordinario, Marrakech resume el espíritu de ese gran país en tres grandes trazos, dibujados a lo largo de los siglos.

El primero de ellos lo encontramos en su medina, no tan laberíntica como la de Fez, pero más acogedora. Sus retorcidas callejuelas y sus concurridos zocos nos parecen serpenteantes ríos humanos que desembocan unos en otros, hasta acabar entregando su muy valioso tributo a la gran plaza del mundo: Djemaa el Fna'.

Djamaa el Fna'
La obra maestra del espíritu del hombre, amaneciendo en el alma de la humanidad, el universo concentrado en el corazón de Marruecos, que funde los días con los milenios. Djemaa el Fna', la plaza de la vida... tal vez el mayor espectáculo de África, con permiso de las pirámides y el cráter del Ngorongoro.
El tercer gran trazo es, en realidad, el marco en el que todo queda envuelto. Los inmensos campos que se extienden, feraces, más allá de la silueta de la Koutoubia, esa hermana de la Giralda omnipresente en la retina del visitante.

La Koutoubia
Hay grandes hoteles en Marrakech, pero la ciudad hay que vivirla desde dentro. Ninguno de los lujosos hoteles de la residencial, elegante e impersonal zona que se extiende, rebosante de paz, más allá del perímetro de su muralla medieval, me gusta. Con la excepción, claro está, de La Mamounia, ese gran palacio que ha sabido superar el paso del tiempo.
La alternativa son los múltiples riads que hay en la medina, pequeños palacetes renovados y muy recomendables que nos ofrecen una estancia inmersa en la verdadera atmósfera de la ciudad roja. Casi todos cuentan con bonitos patios con estanque, excelentes y cómodas habitaciones y terrazas con vistas sobre la ciudad. Le Rihani, Chergui y La Terrasse des Oliviers son tres ejemplos, tan buenos como muchos otros.
Zumo de naranja fresco en Djamaa el Fna'

Tampoco faltan restaurantes de todo tipo, desde los más exclusivos y caros, como el lujoso Dar Yacout, hasta los maravillosos, económicos y populares puestos nocturnos de Djemaa el Fna', por los que no se puede dejar de pasar si queremos vivir Marrakech en su auténtica dimensión. Como tampoco debemos regresar sin disfrutar del magnífico zumo de naranja que, en este mismo lugar, se nos ofrece todas las mañanas desde múltiples y coloristas carritos por apenas cuatro dirhams.
Al caer la tarde, es imprescindible ver la puesta de sol desde la terraza del ya decrépito Café de France, dominando Djemaa el Fna' que, a esa hora, empieza a envolverse en un misterioso halo de luces y humo. No es un buen sitio para comer, pero sí para disfrutar de un suave té a la menta con las mejores vistas sobre la plaza.

La Menara
Para los amantes del golf, el complejo de La Palmeraie es un destino muy apetecible, aunque yo siempre he preferido el viejo campo del Royal Golf de Marrakech, con su célebre par tres, conocido como Brigitte Bardot. Nunca olvidaré a su antiguo director, el muy famoso y simpático monsieur Stitou, toda una institución.
El Jardín de la Menara es, sin duda, otra de las visitas necesarias. Las vistas de su gran estanque, con el antiguo pabellón y la nevada cordillera del Atlas al fondo, se quedarán en nuestro interior como una de las imágenes del viaje.

Lo mejor de Marrakech es visitar sus palacios, recorrer las calles de su medina, perderse por sus zocos y soñar con un pasado que nos parece presente... pero también tendremos la oportunidad de hacer excursiones que nunca nos defraudarán, como Ouarzazate, el valle de Ourika, Essaouira o las impresionantes cascadas de Ouzoud.
Es difícil imaginar un viaje tan corto en la distancia (desde España) y tan largo en el alma. Sus gentes son amables y hospitalarias, herederas de una tradición sabia y milenaria, que nos ayuda a recordar que la vida puede ser mejor de lo que parece si nos entregamos a ella con esa sencilla pasión por lo auténtico que respira la eterna Marrakech, una de las tres grandes ciudades reales de nuestro querido y vecino Marruecos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario