Lejanos quedan ya los tiempos en los que visitaba con frecuencia Yucatán y Quintana Roo, cuando Cancún no era más que un incipiente proyecto de blancas arenas y aguas transparentes.
Mi recorrido favorito era, por supuesto el triángulo cuyos vértices son Uxmal, Mérida y Chichén-Itzá. Siempre que podía pasaba, al menos, una noche en cada uno de ellos, pues, en aquella época, pasear en el silencio profundo de la oscuridad entre las viejas ruinas mayas, tras haberlas visitado durante el día, era una de esas experiencias que conmueven el alma y engrandecen el espíritu. Hoy no sé si eso sería igual.
Mérida, la grande y apacible ciudad colonial de Yucatán, también merece una reposada visita, que nos transportará cinco siglos atrás al entrar en su muy antigua catedral de San Ildefonso o en el palacio de los Montejo, conquistadores de la península y fundadores de la ciudad blanca. La Hacienda Misné es un bonito y tranquilo hotel colonial, relativamente próximo al centro histórico, muy recomendable para quienes decidan pasar una o más noches en Mérida.
Pirámide del Adivino (Uxmal) |
Desde Mérida se puede acceder con comodidad a los otros dos vértices del triángulo, pero yo siempre recomendaré pasar la noche junto a los restos de la gran civilización maya para experimentar (si es que hoy todavía es posible) las sensaciones a las que antes me refería. En el caso de Uxmal, el lugar perfecto en aquellos años era la Hacienda Uxmal, un lugar extraordinario, con más de cincuenta años de historia. Me extrañaría que no siguiera siendo el mejor sitio para alojarse y disfrutar de los monumentos dedicados a Quetzalcóatl, Chaac o Tláloc.
El conjunto de Uxmal es uno de los tres grandes yacimientos mayas y el más represantivo del llamado estilo Puuc. Muchos de sus impresionantes monumentos son mundialmente conocidos, como la Pirámide del Adivino, el Palacio del Gobernador o la Casa de las Monjas, pero hay mucho más que ver y explorar, como la Casa de las Tortugas, el Juego de Pelota, la Casa de las Palomas, los restos de la Gran Pirámide o la Plataforma de los Jaguares.
Incidents of Travel in Yucatan |
Uxmal, cuyo nombre parece significar algo así como tres veces edificada, ya estaba abandonada cuando llegaron los españoles y todo hace suponer que vivió sus años de esplendor en diferentes períodos históricos. El célebre libro de Stephens 'Viaje a Yucatán' (Incidents of Travel in Yucatan), que relata su periplo por la zona en 1841 y 1842, describe, con la inestimable ayuda de las ilustraciones de Fred Catherwood, lo que debió ser una muy apasionante aventura para ambos.
El otro gran centro arqueológico de Yucatán, más conocido y visitado que Uxmal (tal vez por su proximidad a las playas del Caribe) es Chichén-Itzá, la ciudad de Kukulkán, el lugar sagrado de los pozos de los brujos del agua.
Chichén-Itzá, lugar reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, es una de las llamadas Siete Maravillas del Mundo Moderno (nombre poco adecuado, en mi modesta opinión, ya que casi todas son antiguas).
Si visitar a plena luz del día Chichén-Itzá, el gran conjunto religioso maya con marcadas influencias mexicas, es un placer cultural difícil de superar, pasar allí una noche (liberados de las compactas multitudes de estrafalarios turistas que, supongo, son allí frecuentes en estos poco románticos tiempos) es algo memorable. El hotel Mayaland es el sitio para hacerlo. Este hotel de estilo colonial, construido en 1923 y, literalmente, pegado a las ruinas es un lugar único en el mundo. No conozco otro establecimiento hotelero que se encuentre, como éste, dentro de un recinto arqueológico.
El Castillo, con su misterioso jaguar de jade, es el monumento de referencia en Chichén-Itzá, pero hay muchos otros, como el observatorio astronómico conocido como el Caracol, el Templo de las Mil Columnas y su Chac-Mool o el complejo del Juego de Pelota.
El Castillo |
Al norte de la Pirámide de Kukulkán (el Castillo) se encuentra el gran Cenote Sagrado, el enorme pozo ceremonial que, tal vez, dio nombre a Chichén-Itzá y cuya historia sigue envuelta en oscuras leyendas de sacrificios humanos y tesoros sumergidos. A mí me resulta sorprendente que aún no se haya llevado a cabo una profunda y exhaustiva exploración del cenote, tras las primeras búsquedas de Thompson, así como de algunas posteriores que descubrieron muchos objetos ceremoniales y abundantes restos humanos. De los cenotes (hay varios en Chichén-Itzá), así como de muchos otros aspectos de la vida de los mayas, el franciscano fray Diego de Landa escribió en su famoso libro manuscrito 'Relación de las cosas de Yucatán', cuya lectura impresiona por la descripción de las barbaridades cometidas por unos y otros.
Cenote Sagrado |
Yo estuve varias veces alojado en Mayaland y tengo especial recuerdo de una de ellas, en la que me tuve que quedar varios días sin contacto con el resto del mundo, al estar averiado el teléfono del hotel (por supuesto, no existían los móviles) y carecer de medio de transporte por haber tenido que dejar averiado mi coche en algún remoto lugar de la selva yucateca. Nunca olvidaré aquellas jornadas, de intensa y solitaria interacción con el universo maya, que tan profunda huella han dejado en mí.
Tulum |
Desde aquí será difícil que al viajero no le entre la tentación de seguir hasta la costa del Caribe, lo que dejo al libre albedrío de cada uno, sopesando, eso sí, el riesgo de introducirse en una moderna realidad cuya actual dimensión desconozco premeditadamente, por el temor que me inspira la inevitable comparación por mi parte con aquellas playas inmensas, solitarias y salvajes, sobre las que el Camino Real (que hoy es el Dreams Cancún, lujoso pero lejano a lo que fue) oteaba el horizonte de una costa virgen que se extendía desde Isla Mujeres a Tulum, pasando por las ruinas de San Miguelito y sus iguanas, Cozumel y Xel-ha.
Yo, por si acaso, prefiero recordarlo como el paraíso que fue.
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