No creo que haya otro lugar en el mundo con una oferta gastronómica más amplia y variada que la que se concentra en Nueva York, así que tratar de hacer aquí un resumen de sus grandes restaurantes es, además de inútil, obviamente innecesario. Para eso ya tenemos a Michelin, Zagat y otras muchas acreditadas guías que recogen en sus páginas lo más destacado de los comedores de moda en la gran urbe.
Pero lo que no incluyen esas guías (y, sin duda, hacen muy bien en no incluirlo) es la lista de mis sitios favoritos. Una carencia que voy a tratar de subsanar desde aquí, en éste y en futuros artículos.
Empezaremos hoy por enumerar restaurantes de comida sencilla que frecuento habitualmente cuando viajo a Nueva York y que siempre me gusta visitar, tanto por la calidad de la comida como por la atmósfera que se respira en ellos, difícil de encontrar en otra ciudad.
P.J. Clarke's en la Tercera Avenida |
Empiezo por este viejo saloon (bien podría estar en el Far West), fundado en 1884, porque es, casi siempre, mi obligada visita la primera noche que paso en Nueva York. Una buena costumbre que yo llevo poniendo en práctica desde mi primera visita, allá por el comienzo de los 70.
El P.J. Clarke's original, ocupa un pequeño edificio de ladrillo en la Tercera Avenida, rodeado por inmensos rascacielos. Su barra está siempre animada y concurrida, como lo están sus mesas de manteles a cuadros, en las que se sirven, entre otras muchas cosas, las mejores hamburguesas de Manhattan.
La estrella es The Cadillac, acompañada por una ración de mashed potatoes.
Empezar así una visita a la ciudad es la mejor manera de sentirse en Nueva York.
Tiene otro local frente al Lincoln Center, ideal para una cena rápida antes o después del concierto o la ópera. Este año, veré a Plácido Domingo cantar el Germont (barítono) de La Traviata. Interesante novedad.
Cafe Gitane |
Un pequeño restaurante con un encanto muy especial. En el 242 de Mott Street (Nolita), nos ofrece un ambiente desenfadado y una buena y nada cara comida con sabores que nos acercan a la cocina marroquí, con reminiscencias mediterráneas y francesas. Es el lugar ideal para hacer un alto en el camino, tras una ajetreada mañana de compras en el SoHo, aunque si lo que buscamos es una larga y reposada sobremesa, no es el sitio adecuado, desde luego.
He oído algunas quejas sobre lo apresurado del servicio, pero no deja de ser parte de la naturaleza del propio restaurante, animado, joven y alegre. Me gusta.
Carnegie Deli |
Otro veterano (1937) de la restauración neoyorquina. En plena Séptima Avenida, muy próximo al Carnegie Hall, Broadway y Central Park, es el lugar perfecto (si las colas lo permiten) para tomar un Woody Allen Sandwich o una porción de su muy famoso Cheesecake (considerado el mejor de Nueva York), tras asistir a uno de los múltiples teatros de los alrededores.
Las raciones son espectaculares y la calidad de sus ingredientes legendaria.
Como está abierto casi 24 horas, siempre tendremos la oportunidad de tomar algo o llevárnoslo para comer más tarde.
Junto a su vecino Stage Deli, es, desde hace décadas, uno de los favoritos de la ciudad. No me sorprende.
Stage Deli neón |
Ya que lo hemos mencionado, hablaremos ahora de él.
Con más de setenta años de historia y fundado el mismo año que el Carnegie, el Stage Deli es uno de los mejores sitios de Nueva York para desayunar, comer o cenar. Incluso para una buena merienda. Está a muy pocos pasos del Carnegie Deli, en la misma Séptima Avenida y próximo a la bulliciosa Times Square.
Sus sandwiches son gigantescos, por lo que es recomendable compartirlos y ser muy, pero muy prudentes, a la hora de pedir la comida, sobre todo si queremos terminar vivos nuestra visita a Nueva York.
Suelo desayunar allí cuando me quedo en el vecino Dream Hotel (lo que hago con frecuencia, ya que es una zona que me gusta y el hotel es muy recomendable y recuerda - modestamente - por su arquitectura al gran Flatiron Building). Es como retroceder en el tiempo. Un lugar auténtico donde los haya.
The Loeb Boathouse |
The Loeb Boathouse, en pleno Central Park, es mucho más que un restaurante.
Directamente situado sobre el lago, un bonito edificio acoge diversos espacios y actividades. Allí podemos alquilar una barca o una bicicleta y, por supuesto, comer en uno de sus dos restaurantes permanentes (Lakeside o Express Cafe) o, si el tiempo lo permite, tomar algo más ligero en el Outside Bar.
Ni que decir tiene que el Boathouse es un lugar ideal en primavera y en otoño, cuando Central Park está en su máximo esplendor.
Siempre como aquí cuando paso el día en el parque, lo que no es infrecuente si tenemos en cuenta la proximidad del Metropolitan Museum of Art, el Museo de Historia Natural, la Frick Collection o, incluso, el divertido Central Park Zoo, que tanto nos gusta a los niños de todas las edades.
Tras la comida, un paseo hasta los Strawberry Fields, con su célebre mosaico Imagine y el edificio Dakota, son el complemento ideal del día.
En la fachada de Lombardi's |
La primera y más famosa pizzería de Nueva York. Establecida en Spring Street hace más de cien años, Lombardi's sigue siendo el punto de referencia de los amantes de la pizza clásica, hasta el punto de que las colas suelen ser notables y es necesario hacer gala de buenas dosis de paciencia para conseguir una mesa. Pese a ello, la espera merece la pena, si bien debo reconocer que mi concepto del tiempo es un tanto personal y relativo, no habitual para los estándares de nuestros acelerados días.
Yo, desde luego, prefiero hacer cola en Lombardi's para disfrutar de una de sus pizzas que tener que reservar mesa con casi un año de antelación en alguno de esos sobrevalorados restaurantes, tan llenos de estrellas y soles como carentes de autenticidad en su cocina.
Lombardi's nunca defrauda.
Otro de mis predilectos. En el corazón del muy de moda Meatpacking District, Pastis es un alarde de decoración ambiente y buena comida sin pretensiones. Se denominan a sí mismos como bistrot, aunque a mí me parecen más una brasserie en toda regla.
Una comida en Pastis debe estar precedida por un largo paseo por el barrio, repleto de tiendas nuevas y locales de moda, a cual más atractivo.
Pastis |
Sus manteles-menú son tan atractivos en diseño como el resto del local, cuya principal virtud es la atemporalidad de un ambiente que nos aproxima a un estilo parisino tan perfecto que probablemente nunca existió.
La sobremesa (a mediodía, pues en la noche cambia el panorama) es aquí agradable y tranquila, como lo es el aperitivo que sugiere el propio nombre del restaurante. Y para completarla, nada mejor que un largo y distraído paseo por el High Line Park, ese nuevo recorrido peatonal sobre las calles del West Side, con vistas al río Hudson, que se ha convertido en uno de los parques más originales de Nueva York, gracias a su elevada estructura (por la que discurrían unas abandonadas vías férreas) que estaba a punto de ser demolida cuando, a finales del pasado siglo, un grupo de vecinos se empeñaron en evitarlo, dotando así a la ciudad de un nuevo parque público.
High Line Park |
Y con este paseo, daremos por finalizado el primer recorrido por mis restaurantes favoritos de la gran ciudad americana, que espero volver a visitar en tan solo unos pocos días. Pronto volveremos a hablar aquí de otras de sus muchas e interesantes atracciones gastronómicas que, al menos para mí, alimentan algo más que el estómago.
Qué habría sido de mí si ud no tuviera este blog. Qué placer encontrarle. Saludos.
ResponderEliminar