jueves, 28 de marzo de 2013

Ravello y los dioses

Es probable que los dioses no tengan una morada fija, sino que vayan cambiando de residencia en función de quién sabe qué divinas circunstancias.
De lo que no me cabe ninguna duda es de que uno de sus lugares predilectos es Ravello.

La Costa Amalfitana desde Ravello
Ravello es, en opinión de muchos, la más bella ciudad de una de las más bellas costas del mundo, la Costa Amalfitana.
Tener unos vecinos como Positano, Praiano o Amalfi no facilita la obtención del máximo galardón en el concurso de belleza del Golfo de Salerno y, pese a ello, parece que hay unanimidad en otorgárselo.
Si yo fuese uno de los dioses, pasaría en Ravello gran parte de la primavera, aunque es probable que me quedase allí hasta bien entrado el verano para no perderme nada del fantástico Ravello Festival.

Su historia se remonta al siglo VI de nuestra era, aunque su mayor esplendor lo vivió a raíz de su independencia de la Repubblica Marinara di Amalfi, hace ahora unos mil años. Unos cuantos nobles amalfitanos se rebelaron contra el doge y se establecieron en la bien protegida Ravello, bien protegida entre los torrentes Dragone y Reginna, al sur de los escarpados montes Lattari. Su situación geográfica, de muy complicado acceso y, en consecuencia, fácil de defender, contribuyó a que la ciudad mantuviera su particular statu quo, gracias, sin duda a su prosperidad económica y a su bien ganada reputación de inexpugnable.

Vista general de Ravello
La singularidad de Ravello, literalmente colgada sobre el Tirreno, así como la incomparable y espectacular belleza de su entorno, han sido motivo de atracción permanente para músicos, escritores, científicos y todo tipo de personalidades de las artes, las letras e, incluso, de la vida política. Wagner, Boccaccio, Greta Garbo o Stokowski, entre muchos otros, han vivido en sus formidables villas o en sus románticos hoteles, los mismos que hoy podemos visitar casi intactos, gracias a que el llamado Spirito di Ravello, esa delicada combinación de sentimientos y actitudes hacia la conservación de la memoria histórica, el buen gusto y las bellezas naturales, se ha mantenido vivo en todo momento, a través del paso de los siglos y las diferentes culturas dominantes. El genius loci ha hecho notar su protectora presencia con notable suavidad y cuidadas buenas maneras, de esas que hoy tanto solemos echar en falta en muchos lugares del mundo.

Terrazzo dell'Infinito
Las célebres Villa Rufolo y Villa Cimbrone son los dos máximos exponentes de la arquitectura y los jardines de Ravello. Tanto una como otra gozan de una posición privilegiada, con vistas que iluminan el espíritu y aceleran la respiración.
Es imposible pasear por sus amplios y abiertos espacios sin que nos persigan las notas del segundo acto de Parsifal o sin que nos parezca estar escuchando historias del Decamerón. Y cuando llegamos al Terrazzo dell'Infinito, el inconcebible balcón natural de Villa Cimbrone, donde observamos como el azul del mar y el del cielo se funden en un abrazo eterno, es el momento en el que, impávidos ante el panorama más bello del mundo, nace en nosotros el deseo de volar sobre el imposible sueño vertical que se ofrece ante nosotros.

Los hoteles en Ravello son caros, pero extraordinarios. Para mi gusto, los mejores son el Hotel Caruso y el Villa Cimbrone, ambos situados estratégicamente para que sus huéspedes puedan disfrutar de las mejores vistas de la costa.

Piscina del Hotel Caruso
Del primero, situado en el punto más alto de la ciudad, hay que destacar su espectacular piscina, que flota sobre los acantilados con su intenso azul confundido con el horizonte. Del segundo, la romántica residencia en la que se escondieron del éxito Greta Garbo y Leopold Stokowski, basta decir que está dentro de la propia Villa Cimbrone, rodeado por sus inmensos jardines, repletos de fabulosos y sorprendentes rincones, antesala de su portentoso balcón sobre el mar, permanentemente custodiado por una hilera de blancos bustos de mármol que observan al emocionado visitante, mientras dan la espalda al abismo y desprecian la contemplación de esa maravilla de la naturaleza que hace ineficaces las descripciones con las que intentamos explicarla.

Para comer, mi lugar favorito es la terraza del hotel Villa Maria, cuya cocina utiliza exclusivamente los productos de su huerto biológico, situado junto al propio hotel. Buena comida y sensacionales vistas en un ambiente tranquilo y muy agradable, entre el centro de Ravello y Villa Cimbrone.
La segunda opción es Cumpa' Cosimo, una excelente trattoria e pizzeria, a pocos pasos de la plaza, en la que se come muy bien a un precio sensato.
Nadie debe marcharse sin recorrer sus empedradas calles peatonales, visitar las iglesias de San Pantaleone y San Giovanni del Toro, esta última en plena plaza, con sus despejadas vistas sobre el valle del torrente Dragone y sus terrazas en las degustar con calma un exquisito granizado de limón, justo al pie de la escalinata de la iglesia.

Pero ningún comentario sobre Ravello estaría completo sin mencionar al Ravello Festival, uno de los más antiguos de Italia, que tiene su origen en el gran concierto wagneriano que se celebró en el verano de 1953, con ocasión del setenta aniversario de la muerte de Wagner.
Cada año, un excelente programa musical, que se desarrolla en diversos puntos de la ciudad, todos de gran interés y belleza, ilumina, con artistas clásicos y modernos, orquestas y solistas de todo el mundo, unos escenarios naturales tan excepcionales como los que nos brinda la inmortal Ravello. 
Entre todos ellos destaca el tradicional Concerto all'Alba, que tiene lugar en el Belvedere de Villa Rufolo de madrugada. Un espectáculo como no hay otro parecido en nuestro planeta.

Concerto all'Alba


Nadie que haya pasado por Ravello vuelve igual a su lugar de origen, sino que lo hace, ungido por el Spirito di Ravello, con el alma más grande y los ojos más luminosos, tras haber compartido durante un tiempo, que en su recuerdo será eterno, una de las moradas secretas de los dioses.

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