Con todo merecimiento, las cataratas del río Iguazú están consideradas una de las siete maravillas naturales del mundo.
Quienes han tenido la paciencia de contarlos, dicen que las forman 275 saltos de agua diferentes, en un entorno espectacular y sobrecogedor compuesto por la densa selva que los rodea, el gran caudal y extensión de las aguas del río y la impresionante belleza de las propias cataratas.
El "Agua Grande" y el Hotel das Cataratas |
Como es bien conocido, se encuentran situadas en la misma frontera entre Brasil y Argentina, a muy poca distancia de la de Paraguay.
Cuatro quintas partes de los saltos están en territorio argentino, tal vez los más bonitos, con excepción del mayor de todos, la Garganta del Diablo, que marca, precisamente, el límite entre los dos países.
Sendos parques nacionales protegen el entorno natural de las cataratas: el Parque Nacional Iguazú, en Argentina, y el Parque Nacional do Iguaçu, en la zona brasileña.
Para ver bien las cataratas, hay que hacerlo desde ambos lados, pues las dos perspectivas son magníficas y ofrecen panorámicas y experiencias muy diferentes.
Hay diversas pasarelas que permiten el paseo junto a las cascadas, rodeados de una selva intensa y verde, pero también podemos llegar en pequeñas embarcaciones hasta escasos metros de la Garganta del Diablo y, desde luego, observar la majestuosidad de las caídas de agua desde los balcones situados estratégicamente.
Puesta de sol en Iguazú |
Sobrevolar en helicóptero los saltos, el inmenso río y la selva, añade una perspectiva extra que completa uno de esos viajes que hay que hacer, al menos, una vez en la vida.
Tanto en Puerto Iguazú (Argentina) como en Foz do Iguaçu (Brasil), la oferta hotelera es amplia. Son poblaciones sin interés, que han crecido al rebufo del enorme tirón turístico de los parques nacionales. La mayoría de los hoteles son muy poco atractivos, incluso el lujoso Sheraton Iguazú, situado en pleno parque. Del lado argentino podría salvar de mi exceso de celo crítico al Loi Suites y, tal vez, al veterano Panoramic...
Las cataratas desde el aire |
Reconozco, como acabo de decir, una exigencia un tanto extrema en mi juicio sobre los hoteles en Iguazú, pero es que un entorno tan único en el planeta merece mucho más desde el punto de vista del alojamiento. Y si insisto en ello es porque para disfrutar de las cataratas hay que quedarse en el interior del parque por la noche, cuando, tras la puesta de sol, las compactas multitudes invasoras se han retirado, tras su incursión diurna.
Pasear de noche, en solitario, junto al agua, sin más luz que la de la luna o la de las estrellas, es el mayor lujo que la naturaleza puede brindarnos. y cuando la naturaleza es desbordante, como la del Agua Grande, se convierte en verdadero éxtasis.
Tucán en la selva |
Y claro, para poder hacer esto solo hay un hotel en Iguazú: el Hotel das Cataratas. Este viejo edificio de estilo colonial, ahora renovado y operado por la cadena Orient Express, no podría estar mejor colocado para vivir Iguazú desde dentro. A pocos pasos de las mejores vistas, en el centro del corazón del Parque Nacional do Iguaçu, nos transporta, en nuestra desbordada fantasía, a los tiempos de la expedición de Cabeza de Vaca, gran descubridor y Adelantado de Carlos I, primer europeo que conoció las cataratas que el bautizó como "Saltos de Santa María" y que, luego, acabarían recobrando su nombre en idioma guaraní (y=agua, guasu=grande).
Hotel das Cataratas |
Yo estuve alojado en el hotel antes de su reforma. Espero que haya conservado su inmaculada atmósfera y su espíritu original. Ver como amanece junto a los antiguos muros del hotel, con la selva por testigo y el estruendo de las aguas del Iguazú al despeñarse por la Garganta del Diablo, debería ser considerada la octava maravilla natural del mundo.
El resto de la provincia argentina de Misiones, en cuyo extremo norte está ubicado el parque nacional, merece, también una reposada visita.
En especial, las ruinas de la misión de San Ignacio Miní, establecida en el siglo XVII y abandonada en 1768, como consecuencia de la expulsión de los jesuitas.
San Ignacio Miní |
San Ignacio fue mucho más que una misión religiosa y se desarrolló con gran rapidez, llegando a contar en algún momento con una población de más de tres mil habitantes, que tuvieron, como en otras misiones, gran actividad comercial y cultural.
Hoy es la misión mejor conservada de Argentina y sus ruinas, próximas al río Paraná y declaradas en 1993 Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, son una atracción turística y cultural de primer nivel.
No he conocido a nadie que no haya vuelto impresionado de Iguazú, el lugar donde el Agua Grande de los guaraníes se retuerce entre la selva virgen, en aparente calma, para caer después con majestuosa potencia incontenible, camino del lejano Río de la Plata, al que entregarán las lluvias de la selva brasileña, a través del inmenso Paraná, el pariente del mar...
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