Visitar Londres es siempre una tarea intensa que requiere una considerable concentración por parte del viajero, tanto si ha ido a la capital inglesa por motivos de trabajo, como si lo ha hecho por simple turismo.
Palm House pond |
Por eso es difícil que saque tiempo para desplazarse a los muy interesantes lugares que se encuentran a poca distancia de la ciudad.
Así, palacios como Windsor o Hampton Court reciben más visitas de los británicos que de los extranjeros, con excepción hecha, supongo, de los japoneses y, hoy en día de los chinos.
Algo parecido ocurre con el magnífico parque botánico conocido con el popular nombre de Kew Gardens que, a pocas millas de Londres, nos ofrece un conjunto espectacular y digno de conocer, a ser posible, con detenimiento.
Los Kew Royal Botanic Gardens ocupan un extenso terreno en Richmond, una bonita localidad situada al sudoeste de Londres, bañada por el Támesis y con grandes áreas rurales, repletas de bosques y parques.
Kew Palace |
Los jardines nacieron a mediados del siglo XVIII, gracias al decidido apoyo de la princesa Augusta y al de su hijo, el rey Jorge III. De aquellas lejanas épocas todavía subsisten la famosa pagoda china, con sus ochenta dragones, y el Kew Palace, la antigua Casa Holandesa.
Más moderna (1848) es la impresionante Palm House, probablemente la primera gran estructura victoriana de hierro y cristal, si bien el honor de ser la mayor construcción que hoy se conserva de tiempos de la reina Victoria, realizada con esos materiales, es la gigantesca Temperate House, ahora cerrada para llevar a cabo importantes trabajos de restauración.
Muchos otros edificios, pequeños templos e invernaderos de cristal están repartidos por las ciento veinte hectáreas de Kew Gardens, pero sus grandes tesoros pertenecen al reino vegetal. Todo tipo de plantas, inmensos jardines con especies botánicas de todos los rincones del mundo y un cuidado paisajismo, hacen de la visita una excursión siempre memorable.
The Refreshment Pavilion en una tarjeta postal de 1911 |
La comunicación con la ciudad de Londres es muy buena, ya que es posible acceder en metro, a través de la District Line, que nos lleva desde el centro tras apenas diez estaciones.
Es un absoluto placer pasear por sus inmensos bosques (Arboretum), recorrer sus múltiples invernaderos y exposiciones, para acabar la jornada reponiéndonos con un té en la bonita Orangery, un elegante y blanco edificio de William Chambers, que fue construido en 1761 y hoy es un atractivo restaurante y salón de té.
Flores brasileñas (Marianne North) |
El arte también tiene una especial acogida en Kew Gardens, en particular, a través de la obra de Marianne North (1830-1890), quien dedicó su vida a la pintura de plantas y flores de todo el mundo, muchas de las cuales (más de ochocientas) están expuestas en la galería que lleva su nombre y que se encuentra dentro del recinto de los jardines. Marianne fue una gran figura de la ilustración botánica, no solo de su época, sino de todas.
Se cuenta que Marianne pidió al entonces director (Sir Joseph Hooker) que se ofreciese café y té a quienes visitasen allí su obra. Ante la negativa obtenida, decidió pintar café sobre una de las puertas y té sobre la otra...
El Támesis es una auténtica belleza a su paso por Richmond, uno de esos pueblos británicos en los que apetece vivir por su relajado ambiente, no exento de esa clase, intangible pero fácil de percibir, heredada de otros tiempos.
Además, su proximidad con la gran ciudad es otro atractivo del que, sin duda, disfrutan sus afortunados habitantes, utilizando el siempre tan sencillo y eficaz método de pensar que pueden ir a Londres cuando quieran y, en la práctica, no querer hacerlo casi nunca.
Así que no olvidemos en nuestro próximo viaje hacer un esfuerzo por encontrar el tiempo preciso para poder acercarnos a Richmond y sus magníficos e históricos Kew Gardens.
Y si es en un día soleado de primavera tardía (puede que ya esté pidiendo demasiado), tenemos más que garantizada la felicidad.
Si, para completar la visita a los Royal Botanic Gardens, decidimos quedarnos a dormir una noche en Richmond, esa felicidad se multiplica. En este caso, debemos recomendar The Petersham, en la famosa Richmond Hill. Un hotel clásico que data de 1865 y que goza de insuperables vistas sobre el Támesis y los prados y bosques que lo rodean.
El Támesis en Richmond |
Desde allí recordaremos los paisajes inmortalizados por Reynolds y Turner, quienes, como nosotros y muchos artistas, sucumbieron a la singular atmósfera que se respira en aquellas verdes tierras que enmarcan los gloriosos meandros del viejo Támesis, cuyas limpias aguas todavía están a salvo del contacto con los muy poblados barrios de Londres.
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