Cada vez que voy a Londres, ya sea por motivos de trabajo o en vacaciones, repito una serie de rutinas que, tal vez, debería reconsiderar. No es que no haga cosas diferentes, claro, pero hay algunas en las que me gusta insistir, de forma recurrente.
Londres es una ciudad que ofrece tanto al visitante que es imprescindible dosificarse. Sin salir del casco urbano (también hay una interesante oferta en los alrededores), podemos pasarnos muchos días sin cesar de mantener una constante actividad y moviéndonos de un lado para otro.
Quizás sea por eso por lo que, cuando mi viaje es corto, me gusta recurrir a mis costumbres más habituales. Y es lo que he hecho en esta ocasión.
Hyde Park en primavera |
La que más me gusta es la de Bentley's, aunque no es comparable, desde luego, con su bonito y antiguo restaurante de Swallow Street, entre Piccadilly y Regent Street, establecido en 1916. Tanto en Harrods como en el original, el pescado es excelente.
Otra opción muy atractiva es el Café Rouge, justo detrás del edificio del almacén londinense y frente a la esquina en la que Ladurée presenta un local más de su extendida fórmula de éxito, unida aquí a Harrods.
Y no es que Beauchamp Place, apenas una calle más al sudoeste, haya perdido su clase (que impulsara, en su día, Diana de Gales), pero ya nos llega a parecer (pienso que sin razón) que incluso el discreto San Lorenzo está un tanto anclado en ese tradicional clasicismo al que han evolucionado, con el paso del tiempo, los locales más modernos del Londres de los años sesenta.
The Map House |
El Westbury es el único hotel que está en Bond Street, aunque su entrada principal es por Conduit Street. No se puede decir de él que sea barato, pero suele tener buenos precios para un hotel de su categoría, situado, como está, en uno de los mejores lugares de Londres.
Desayunar en su muy cuidada brasserie Chavot, cuyo excelente servicio es digno de resaltar, ya es una buena forma de comenzar el día.
Una vez finalizado el siempre copioso y bien elaborado desayuno de Chavot, es imprescindible dirigirse a Hamleys, tienda a la que no dejo de ir a diario (y, si puedo, más de una vez al día), ya que ejerce sobre mí una especial atracción (muy justificada) desde tiempos inmemoriales.
Regent Street siempre me ha parecido más interesante que Oxford y no pasa nada por perder un rato observando sus comercios, ya mucho menos conservadores de lo que fueron antaño.
Rubens en la Royal Academy of Arts |
El reloj de Fortnum & Mason |
Coach & Horses |
Pero si lo que buscamos es un pub en el más puro estilo británico, Coach & Horses, que está en Bruton Street (la continuación de Conduit) y haciendo semiesquina con Bond, es, sin la más mínima duda, el más auténtico que podemos encontrar. Un pequeño edificio de la década de 1770, que se ha mantenido en pie a través de los años, conservando toda su belleza original.
Royal Opera House |
Me gustó mucho la Cio-Cio-San que cantó Ana María Martínez, a quien había visto y oído hace poco en la Opéra Bastille de Paris, en el papel de Mimì, en otra de las grandes obras de Puccini, La bohème.
Cenar en Covent Garden no es un problema (aparte de la dificultad de decidir entre tanta oferta), si bien es cierto que muchos de los restaurantes proponen hacerlo antes del comienzo de la función, lo que siempre nos parece demasiado pronto. Y no es infrecuente encontrarse con puestos callejeros que nos sorprenden con una comida apetitosa y variada, aunque algo incómoda de disfrutar en medio de la calle.
Lo que nunca deja de gustarnos es ver el antiguo mercado frente a los soportales en los que desemboca la salida trasera del teatro, en ellos esperamos encontrarnos con Audrey Hepburn vendiendo flores, antes de convertirse en My Fair Lady...
Ana María Martínez, como Cio-Cio-San |
Y cualquier época del año es apropiada para hacerlo, porque la gran capital del Támesis es permanentemente acogedora y no deja de brindarnos excusas atractivas para visitarla.
Ahora mismo es un momento perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario