En cualquier caso, son heladerías extraordinarias y las cuatro de las que vamos a hablar se encuentran en lugares privilegiados, lo que aumenta, sin duda alguna, el placer de visitarlas.
Empezaremos por Walter Glacier, una heladería excelente que se ha ganado una muy merecida reputación tanto por la calidad natural de sus productos como por la simpatía y amabilidad de sus propietarios.
Está en pleno centro de la gran playa de Hendaya, justo en ese animado rincón en el que se reúnen los surfistas para reponer fuerzas tras una jornada de pelea con las olas. A pocos pasos de ella nos encontramos con unos cuantos restaurantes y bares, todos muy animados durante la temporada veraniega, entre los que no podemos dejar de mencionar a La Poissonnerie o al minúsculo y magnífico Barmout.
Los helados de Walter están todos ellos preparados artesanalmente, con la leche de sus propias vacas y productos naturales. Es uno de esos lugares al que es imprescindible ir a diario cuando estás en Hendaya.
Los Valencianos es, junto con la pizzería Pinocho, lugar de peregrinaje permanente cuando estás en Ibiza. Su situación es inmejorable, junto a la antigua Estación Marítima del puerto y al Obelisco de los Corsarios, en el lugar más transitado del barrio de La Marina. Por la noche, su terraza garantiza entretenimiento constante mientras se disfruta de unos helados excelentes, que han sabido mantener la tradición familiar desde que Juan Sirvent, su mujer María Espí y su joven cuñada Edelmira, todos ellos de Jijona, se establecieron en ese mismo lugar nada menos que en 1933. Hoy son los nietos de Edelmira quienes llevan el negocio. Un clásico entre los clásicos de Ibiza, una isla y una ciudad que, a pesar de haber cambiado mucho a lo largo del tiempo, mantiene algunos lugares casi intactos (y son lo mejor que tienen una y otra).
Los Valencianos está situada en el mejor lugar de Ibiza |
Fenocchio es, más que una heladería, una institución en la ciudad de Niza.
Fundada en 1966 por la familia que da nombre al negocio, sigue hoy, medio siglo después, regentada por sus actuales miembros. Está situada en el corazón de la parte vieja (Vieux Nice), concretamente en la pintoresca plaza Rossetti, siempre muy concurrida por culpa del gran éxito de los noventa y cuatro (sí, ¡noventa y cuatro!) sabores de sus helados y sorbetes, algunos de ellos, en verdad sorprendentes.
Son tantos y tan buenos, que es siempre un gran problema decidirse. Un lugar al que no se puede dejar de acudir, magnífico y auténtico. No muy lejos han abierto un segundo local, pero el impresionante es el original, en especial en las horas de mayor afluencia de clientes, ya que la frenética actividad que se produce alrededor de su mostrador es única en el mundo. Baste decir que raro es pasear por las calles de la vieja Niza durante las tardes de cualquier fin de semana del año sin cruzarse a cada momento con alguien que esté tomándose un helado de Fenocchio.
Fundada en 1966 por la familia que da nombre al negocio, sigue hoy, medio siglo después, regentada por sus actuales miembros. Está situada en el corazón de la parte vieja (Vieux Nice), concretamente en la pintoresca plaza Rossetti, siempre muy concurrida por culpa del gran éxito de los noventa y cuatro (sí, ¡noventa y cuatro!) sabores de sus helados y sorbetes, algunos de ellos, en verdad sorprendentes.
Son tantos y tan buenos, que es siempre un gran problema decidirse. Un lugar al que no se puede dejar de acudir, magnífico y auténtico. No muy lejos han abierto un segundo local, pero el impresionante es el original, en especial en las horas de mayor afluencia de clientes, ya que la frenética actividad que se produce alrededor de su mostrador es única en el mundo. Baste decir que raro es pasear por las calles de la vieja Niza durante las tardes de cualquier fin de semana del año sin cruzarse a cada momento con alguien que esté tomándose un helado de Fenocchio.
Dejo para el final mi favorito: Buonocore. Se trata de una pastelería/heladería artesanal, de una calidad excepcional, que tiene la virtud añadida de encontrarse a pocos metros de la Piazzetta de Capri, en la calle más transitada del centro de la villa.
Aquí, como sucede en el caso de Los Valencianos, el lugar en el que está juega un papel decisivo. Pero lo más relevante del sitio no son los helados que, siendo muy buenos, quedan eclipsados por la calidad de los barquillos de los cucuruchos, fabricados en el momento, a la vista de los clientes, con un curioso artefacto que no para de ser manejado por un experto 'cucuruchero' (supongo que así se llama a quien fabrica cucuruchos), que se los va pasando, recién hechos, al compañero que sirve los helados. Nunca he probado unos barquillos tan ricos, que, conjugados con el singular entorno de Capri (sin duda alguna uno de los lugares con mayor atractivo y encanto del Mediterráneo), hace de Buonocore un lugar para no olvidar.
Haciendo el barquillo
Si tuviésemos la capacidad de teletransportarnos con la misma facilidad con la que nos movemos con la imaginación, tengo la sospecha que cada tarde visitaría una de estas cuatro heladerías, entre cuyas características comunes está una que no pasa inadvertida, y que no es otra que la de estar todas ellas junto al mar, cerca de playas o costas muy particulares, lo que, sin duda alguna, aumenta (al menos en mí) el deseo de volver a ellas con tanta frecuencia como me resulte posible.
Y, si no puedo hacerlo, recurrir al infalible método de cerrar los ojos y hacer un pequeño esfuerzo mental. Algo que nunca me falla... y, menos aún, con tan ricos y dulces alicientes de por medio.
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