martes, 2 de octubre de 2012

Le rayon vert

Nada más lejos de mi ánimo que rebatir a Julio Verne.
Tampoco es mi intención crear una polémica acerca del lugar idóneo para observar ese extraordinario fenómeno atmosférico conocido como "el rayo verde" (Le rayon vert), aunque debo confesar que yo no tengo ninguna duda al respecto.

Le rayon vert (Julio Verne)
Si los protagonistas de la novela de Verne eligieron las costas occidentales escocesas para intentarlo fue por un motivo obvio, ya que todos ellos vivían en aquel país. Y es indiscutible, además, que el gran escritor francés tenía ganas de ambientar la historia en los extraordinarios y sorprendentes paisajes de su imponente litoral, tan apropiados para una aventura que debía ser romántica y épica, a la vez.
Fue su compatriota Eric Rohmer quien, muchos años después, situó la acción de su película del mismo nombre en Biarritz.
Yo tengo que coincidir con el cineasta galo en que esta muy especial localidad de la costa vasca francesa es el enclave geográfico perfecto para ver ese rayo solar, de tan singular naturaleza y legendaria tradición. Y, si lo hago, es porque tengo dos poderosas razones para ello. La primera (y casi suficiente para explicar mi convicción) es que yo lo he visto allí. No una, sino varias veces. Y, puesto que este motivo es bastante poderoso por sí mismo, ahorro a quienes lean estas líneas la exposición del segundo.

La Grande Plage y el faro  
Biarritz tiene una situación privilegiada y su historia la convierte en una de las ciudades turísticas de mayor renombre mundial. De hecho fue uno de los grandes balnearios de Europa mucho antes de que se conociera el significado de la palabra turismo.


Escudo de Biarritz



En sus orígenes, que aún recuerda con orgullo en su escudo, fue un pequeño pueblo ballenero, pero su particular belleza natural no podía pasar eternamente inadvertida. El Hôtel du Palais fue Villa Eugenia, un palacio construido por Napoleón III para Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia. Así, a mediados del siglo XIX, Biarritz comenzó a ser el gran balneario de la aristocracia europea.
Hoy aún conserva esa clase señorial que la distingue, si bien hay que reconocer que en verano (sobre todo en el mes de agosto), pierde temporalmente una buena parte de su viejo glamour.

Ser una de las grandes capitales del surf de la vieja Europa ha rejuvenecido a la imperial villa que, por otra parte, sigue siendo uno de los mejores destinos de golf del continente y cuna de la moderna talasoterapia marina.

Hôtel du Palais
Cuenta con magníficos y lujosos hoteles, como el inigualable Hôtel du Palais, el Miramar o el Régina et du Golf, pero ya no existe el que, sin duda, fue su más extraordinario albergue, el pequeño y familiar hotel Lou Coufidou, en la minúscula rue d'Alger, junto al Jardin Public y a un paso de la reconvertida Gare du Midi. Yo recomiendo Le Château du Clair de Lune, una bella mansión del siglo XIX, que se alza en medio de un precioso parque, a muy poca distancia del centro y que cuenta con un gran restaurante anexo.
Otra muy buena opción, aunque más cara, es el Château de Brindos, frente a un tranquilo lago y rodeado de árboles centenarios.

Picasso en Biarritz
El restaurante más laureado de Biarritz fue, durante décadas, Le Café de Paris. Ya no existe como tal, pero, en el mismo edificio, hay un muy buen hotel, con el mismo nombre del legendario templo gastronómico, que destaca por sus modernas habitaciones y sus vistas panorámicas.
Para mí, el mejor restaurante está en el viejo puerto de pescadores, Chez Albert. Lo conozco desde hace casi cuarenta años y siempre quiero volver.

Sus espectaculares playas, desde La Milady a Miramar, pasando por La Côte des Basques o la pequeña y bien protegida del Port Vieux son uno de sus tesoros más reconocidos, pero siempre será la Grande Plage el símbolo de Biarritz y, tal vez, de toda la costa de vasca francesa. Ella es la que nos traslada a través del tiempo y de los sueños que no queremos olvidar.

Junto a la Grande Plage, el centenario Casino de Biarritz nos recuerda una época que no es necesario que vuelva... porque nunca se fue de nuestra memoria.
Y, a media tarde, es imprescindible hacer una visita al fabuloso Miremont, el gran salon de thé de la "playa de los reyes", con su terraza sobre el océano, fundado en 1872.

Cuando visitamos Biarritz, hay que dejar tiempo para conocer sus alrededores. Las excursiones son infinitas, desde luego, pero hay algunas necesarias.
Por ejemplo, pasear por San Juan de Luz, como hacía Lisbeth, años atrás, en los tiempos en los que El Mariscal afeaba en público su liviana memoria...
St Jean Pied-de-Port y sus placeres naturales y culinarios, Arcangues y su cementerio desde el que Luis Mariano disfruta de inigualables vistas sobre el campo de golf...
Pero, por encima de cualquier otra, hay una que no podemos dejar de hacer bajo ningún concepto: Cambo-les-Bains. En esta pequeña villa, conocida por su clima dulce y su estación termal, murió Isaac Albéniz y es sede del museo de Edmond Rostand, el creador de Cyrano de Bergerac. Su residencia, Villa Arnaga, es hoy la mayor atracción cultural de este pueblo verde y tranquilo, cuyas vistas sobre el majestuoso meandro de la Nive devuelven la paz al espíritu más angustiado.

La Nive
Regresando ya a Biarritz, siempre por carreteras secundarias que discurren entre prados, bosques, montes y caseríos, hay que apresurarse para buscar un buen lugar desde donde esperar el milagro del rayon vert.
Como todos sabemos, son precisas unas determinadas condiciones atmosféricas y un horizonte tan limpio como sereno. Solo dura un instante, por lo que la máxima atención en el momento en el que el sol nos muestra sus últimos rayos es imprescindible. La leyenda sigue asegurando que quien lo ve descubre la auténtica verdad de sus sentimientos.

Le rayon vert (Biarritz)

Yo visité Biarritz por primera vez en la primavera del ya lejano 1973. Y vi le rayon vert. Desde entonces procuro ir tantas veces como puedo. Sobre todo en diciembre. Mi día favorito es el 27. Puede que sea una casualidad o, ¿por qué no? una fantasía, pero desde entonces, nunca he dejado de ver ese rayo verde...

Nadie debería dejar de intentar verlo. Os aseguro que nada es imposible en Biarritz.

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