viernes, 12 de julio de 2013

Muero en Lisboa


















No puedo apagar tu imagen.
No puedo borrar tu noche
ni ensombrecer tus mañanas.
Tantos tejados risueños
trepando por tus colinas
en mi pecho son heridas
y dolor en mis recuerdos.

Tus iglesias me amortajan
y tu cielo me deshace,
arrojando mis cenizas
a tu estuario de plata.

Y, al final de la nostalgia,
lloran tus piedras eternas
sobre la mirada muerta
de aquel laberinto blanco,
con sus palacios extraños,
que me escuece en la memoria
y en el corazón me mata.









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