Fue mi buen amigo Eduardo Baeza quien insistió en que un viaje a Grecia no está completo sin una visita al oráculo de Delfos.
Ruinas del templo de Apolo en Delfos |
Por lo tanto, siguiendo, una vez más, la certera opinión de Eduardo, aceptamos de inmediato su invitación para, conducidos por él desde Atenas, tomar la carretera en dirección oeste, camino del monte Parnaso y de las ruinas del santuario de Delfos.
Apolo y las musas |
No recuerdo cuánto tiempo tardamos en llegar, pero supongo que unas tres horas. Tampoco soy capaz de acordarme del día de la semana, pero me sorprendió que cuando llegamos a las escarpadas laderas bajo los Fedríades, esos picos brillantes y rojizos que defienden el conjunto del santuario de Apolo, no había turistas. Supongo que es algo insólito y que muy probablemente se debió a que ya era tarde y todos los visitantes del día se habían marchado de aquel lugar privilegiado y sagrado, sin duda uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de Grecia y, por descontado, el de mayor valor religioso para los antiguos griegos, macedonios, romanos...
El monte Parnaso |
El monumento principal del santuario de Apolo es el gran templo dedicado al dios, del que apenas se conserva la planta y hay unas pocas columnas restauradas. Una lástima, porque debió ser grandioso en sus épocas de gloria.
Por encima de él podemos ver el teatro que, sin embargo, presenta un estado magnífico y desde cuyas gradas, levantadas sobre la propia falda de la montaña, podemos observar todo el recinto sagrado y, al fondo, el verde escenario del valle. Sentarse en la fila más alta y quedarse un buen rato descansando de la empinada subida, pensando que las ruinas que desde allí se contemplan tienen cerca de treinta siglos, nos deja sumidos en consideraciones que empequeñecen al hombre y agigantan a la humanidad.
Tesoro de Atenas |
Todo esto sucedía mucho antes de que Delfos existiese, cuando la fuente era custodiada por Pitón, la mítica serpiente/dragón que fue muerta por Cadmo... o por el propio Apolo, que tampoco hay unanimidad en ello.
Del nombre de Pitón deriva el de Pitonisa (o Pitia) que es el que se dio a las mujeres que, sentadas en un trípode, interpretaban los oráculos. Parece ser que la primera de ellas fue Sibila, cuyo nombre también se convirtió en una denominación genérica con el paso del tiempo.
Egeo, rey de Atenas, consultando a la Pitia |
De todos ellos, hoy tan solo está en pie el llamado Tesoro de Atenas (así se llamaban estos pequeños templos), erigido en agradecimiento por la victoria de Maratón y restaurado a principios del siglo XX por arqueólogos franceses.
Sí se conservan, en estado más o menos visible, las ruinas del templo circular de Atenea Pronaia, con sus columnas de original aspecto, construidas con mármol y piedra de colores diferentes, y algunas piezas escultóricas singulares, como el severo Auriga o la gran Esfinge de los Naxios, que se guardan en el Museo Arqueológico de Delfos.
Tholos de Atenea Pronaia |
El otro gran recinto deportivo que existió en Delfos, el hipódromo, no ha sido localizado por los arqueólogos, si bien yo tengo la teoría (nada científica, pero bastante lógica) de que se encontraba en el valle y, probablemente, ocupando los terrenos en los que estuvo, en su origen, el estadio, antes de ser trasladado a la parte alta de la ciudad.
Teatro, templo de Apolo y valle |
En Delfos, al pie del Parnaso, donde brotan las aguas de la fuente de Castalia, el tiempo quedó por siempre detenido para los dioses y los hombres. Allí los mitos eternos cobran vida y elevan las emociones del viajero a la categoría de oráculo divino, bajo la protección de las sombras del viejo templo de Apolo Pitio.
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