En primer lugar y para evitar los malos entendidos, debo aclarar que mi concepto de juguetería dista bastante de casi todos los comercios que hoy existen en el mundo dedicados a la venta de juguetes.
Al menos, en su versión generalista, ya que sí hay tiendas especializadas que merecen mi interés pero, para mí, se apartan de lo que yo considero una tienda de juguetes, en su sentido más amplio.
Al menos, en su versión generalista, ya que sí hay tiendas especializadas que merecen mi interés pero, para mí, se apartan de lo que yo considero una tienda de juguetes, en su sentido más amplio.
La mejor que yo recuerdo estaba (¡cómo no!) en la calle de Fuencarral de Madrid, concretamente en el número 41. Se llamaba Fraguío y no creo que vuelva a haber nada parecido a ella.
El logotipo de Reamsa |
Otros juguetes imprescindibles en una juguetería que se precie son balones, pelotas, leones y osos de peluche, instrumentos musicales, cocinitas de madera con utensilios metálicos, muñecas de Onil, revólveres de plástico y metal, cuchillos y tomahawks indios, alguna escopeta que dispare corchos, buenas reproducciones de los clásicos Winchester 73, arcos, flechas, sombreros de vaquero y estrellas de sheriff de hojalata (bajo ningún concepto pueden ser de plástico).
Totopoly, de Waddington |
Para que no se diga, también doy mi visto bueno a ciertos juguetes modernos, tales como Clicks, figuras originales de Star Wars, Lego, Trivial Pursuit (de la primera Edición Genus, claro) y juegos de Parker Brothers, Ravensburger o Hasbro, siempre y cuando sean de versiones anteriores a los años 90.
Con las jugueterías extranjeras soy mucho más condescendiente en cuanto a las marcas españolas y solo pretendo que sus juguetes mantengan el nivel que corresponde a los países en los que se encuentran.
Las grandes superficies de juguetes (tipo, por ejemplo, Toys R Us) no me disgustan, pero tampoco me entusiasman, la verdad. Y no es por su tamaño, sino por el tipo de producto que abunda en ellas.
La tienda de Regent Street, en Navidad |
Por ello, parece necesario hablar de otras tiendas de juguetes, que siguen manteniendo (al menos en parte) el espíritu del que hablábamos antes, adaptado (por desgracia) al discurrir de los tiempos.
HAMLEYS
La mejor de las que conozco es Hamleys, la gran tienda de Regent Street, en Londres, que ha sabido mantener buenas dosis de su personalidad a través de sus muchos años de vida.
William Hamley, su creador, empezó a vender juguetes en 1760.
Desde entonces, su nombre ha sido sinónimo de juguetería, tanto en Inglaterra como en el resto del mundo.
Desde entonces, su nombre ha sido sinónimo de juguetería, tanto en Inglaterra como en el resto del mundo.
La famosa bolsa de Hamleys |
Hoy tiene muchas otras tiendas, repartidas por todo el mundo, pero sigue siendo su sede central, situada en la que, probablemente, es la calle más comercial de Londres (con permiso de Oxford Street), la más atractiva para todos los amantes del juguete. Yo suelo pasar un día entero en ella cada vez que visito Londres y creo que en ninguno de mis muchos viajes a la capital británica he dejado de comprar algo en ella.
F·A·O SCHWARZ
Tras Hamleys está FAO Schwarz, en plena Quinta Avenida neoyorquina. Otra tienda legendaria que data, en este caso, de 1862.
Tras Hamleys está FAO Schwarz, en plena Quinta Avenida neoyorquina. Otra tienda legendaria que data, en este caso, de 1862.
Fundada por un inmigrante alemán, Frederick August Otto (de ahí las siglas FAO) Schwarz, junto a sus dos hermanos mayores en la ciudad de Baltimore (con el nombre de Toy Bazaar), Frederick se mudó a Nueva York en 1870, donde abrió una tienda con el nombre de Schwarz Brothers - Importers, mientras sus hermanos se quedaron al frente de las tiendas en Baltimore y Boston.
Frederick August Otto Schwarz |
En 2009, fue adquirida por Toys R Us, que ha tenido el buen criterio de mantener la marca y el estilo original con el que su impulsor creó la que hoy es la tienda más antigua de juguetes de los Estados Unidos y, sin duda, la más prestigiosa.
Hoy, la tienda es un espectáculo en sí misma. Convertida en una de las atracciones de Nueva York, es una visita imprescindible cuando se pasea por la Quinta Avenida. En la planta baja, su exposición de peluches gigantes es impresionante y en el primer piso no hay que dejar de ver el piano gigante, que invita a descalzarse y bailar sobre él, creando música con nuestro propio baile.
Hoy, la tienda es un espectáculo en sí misma. Convertida en una de las atracciones de Nueva York, es una visita imprescindible cuando se pasea por la Quinta Avenida. En la planta baja, su exposición de peluches gigantes es impresionante y en el primer piso no hay que dejar de ver el piano gigante, que invita a descalzarse y bailar sobre él, creando música con nuestro propio baile.
Serneels, en la Avenue Louise, Bruselas |
Mucho más moderna que las anteriores es Serneels, la bonita tienda de juguetes del 69 de la Avenue Louise de Bruselas, creada en 1959 por Edmond Serneels y que sus hijos, Alain y Brigitte, trasladaron a su nuevo emplazamiento, en uno de los lugares más elegantes de la capital belga.
La tienda es muy bonita, aunque, desde luego, no es posible compararla ni en dimensiones ni en oferta de producto a las dos de las que hemos hablado algo más arriba.
Sin embargo, es, precisamente, este tamaño más humano el que la permite mantener una atmósfera sosegada y tranquila, tan diferente de los ajetreos que se respiran en Hamleys o FAO.
El interior de Serneels |
Es imposible no disfrutar de ella, deteniéndose en cada rincón de sus estanterías, si bien hay que reconocer que sus precios invitan menos a la compra que la belleza del local y la escogida selección de lo que en él se vende. Me gusta mucho.
Un antiguo cartel de Au Nain Bleu |
Au Nain Bleu, de París, es una juguetería con mucha historia pero, desde mi punto de vista, un poco en declive. Yo conocí su tienda en Saint-Honoré y me pareció excelente. Allí estuvieron hasta 2008, año en el que se trasladaron al Boulevard Malesherbes. Fue un traslado que duró poco, pues en 2013 abrieron su tienda actual en Saint-Germain que, para mí, no está a la altura de su reputación y prestigio. Seguro que a su fundador, Jacques-Edouard Chauvière, no le habría gustado.
Chauvière había abierto, en 1836, una bonita tienda en pleno Boulevard des Capucines que pronto se convirtió en la referencia del juguete en el elegante barrio que acogió, desde 1853, las reformas de los grandes bulevares y, en 1875, a la nueva Opèra Garnier.
La presencia de Au Nain Bleu (nombre que había sido escogido en referencia al popular juego de mesa Le Nain Jaune) en el centro de la vida cosmopolita parisina permitió al comercio de la familia Chauvière gozar de una excepcional reputación en el mundo del juguete.
Hoy me siguen gustando sus peluches, sus barcos de vela y los coches y otros juguetes de madera, como también son atractivos sus instrumentos musicales y, desde luego, su cuidada versión de Le Nain Jaune, pero sus precios son exagerados para una tienda que cada vez tiene más próximo el peligro de convertirse en virtual.
Sus juguetes actuales son más elementos decorativos o nostálgicos que otra cosa y su oferta se limita cada vez más a las edades más tempranas.
Hospital de Bonecas, en Plaça da Figueira 7, Lisboa |
Para terminar dejo a la que, con toda probabilidad es la más singular: Hospital de Bonecas (es decir, Hospital de Muñecas).
Una muy pequeña tienda de juguetes que nace en 1830 como lo que su nombre bien indica, un especializado en el que se fabrican y reparan todo tipo de muñecos.
Está localizada en pleno centro de Lisboa, en Plaça da Figueira, junto al Rossio y cuenta con un minúsculo museo al que por la modesta suma de dos euros se puede acceder para visitar sus dos salas repletas de, cabezas, ojos y piernas de muñecos de todo tipo y, desde luego su fundamental 'mesa de operaciones' en la que se acometen los trabajos de eficaz cirugía que permiten restaurar casi cualquier accidente sufrido por un muñeco, incluidos aquellos que afectan a sus vestidos y complementos.
El original ticket de entrada al museo |
Nadie debe pasar por Lisboa sin visitar este lugar excepcional, que parece irreal, sacado de un cuento, y en el que, traspasando su puerta, regresamos al tiempo en el que la buena de Carlota (su fundadora) comenzó a realizar un trabajo que, afortunadamente, perdura dos siglos después.
Volviendo a mis reflexiones del principio, debo confesar que sí quedan en Madrid algunas tiendas de juguetes que merecen la pena, aparte de las que he mencionado arriba. Pero a la mayoría de ellas también tenemos que considerarlas como lo que son, especializadas. Tal vez con la excepción del otro Bazar Horta, el de Conde de Peñalver 25 que, abierto en 1932, sí es una tienda de juguetes en su concepto más generalista. Ojalá nos dure muchos años.
He aquí mis otros favoritos madrileños:
El Infante. Alcántara 35. Tal vez la mejor tienda de miniaturas militares de Madrid. En pleno barrio de Salamanca, suele tener algunos soldados antiguos de segunda mano, además de una excelente oferta de juguetes nuevos.
Macchinine |
Muy recomendable.
Macchinine. Una minúscula tienda de la calle Barquillo que hará las delicias de los amantes de las miniaturas de automóviles. También tienen coches antiguos de Scalextrix, Mini Cars, etc. Imprescindible.
Así. Fundada en Gran Vía 47, en el año 1942, es el comercio madrileño de muñecas y juguetes por antonomasia. Su nombre original fue Sánchez Ruiz, pero cambió su marca original por el acrónimo de su actual propietaria, Ángela Simón. Parece que la tienda de Gran Vía va a cerrar (una gran pérdida), aunque permanecerán abiertas las otras tres que tienen en Madrid.
Bazar Arribas |
Especializada en Playmobil, Lego y Famosa, pero con muchos otros juguetes y, también, juegos. En García de Paredes 72. Antes estaba en otro local más pequeño, en la misma calle.
Bazar Arribas. Plaza Mayor 16, desde 1919. Entrar en ella, bajo los soportales de la Plaza Mayor, es retroceder en el tiempo. Sus viejas vitrinas y sus mostradores de madera hacen que todo lo que allí vemos, ya sean muñecas, robots de hojalata, coches o pequeños juguetes mecánicos, adquieran un sabor especial. Será difícil salir sin haber comprado algo.
Y, ahora, corramos a visitarlas. Puede que pronto hayan desaparecido...
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