martes, 17 de marzo de 2015

En las aguas del tiempo

Las postales antiguas siempre nos han fascinado. Y cuando en ellas aparece ese reflejo del agua que parece detenido en el tiempo, aún más.
Desde épocas inmemoriales, el hombre se las ha ingeniado para flotar y desplazarse sobre el mar, sobre los ríos, sobre las lagunas... A veces lo ha hecho con grandes barcos, capaces de atravesar los océanos. Otras, con minúsculas embarcaciones, de aparente fragilidad, pero adecuadas para moverse por espacios pequeños y servir de medio eficaz para acceder a lugares insospechados, casi imposibles de imaginar.

Hoy traemos aquí cinco imágenes que nos llevan a un pasado reconocible y bello, nostálgico y luminoso. Un mundo que a todos nos gustaría visitar y, quizás, quedarnos en él para siempre, lejos de la multitudinaria presión que hoy azota a la mayoría de los lugares más atractivos de nuestro sufrido planeta. Al menos, podremos disfrutarlos con la imaginación.

Bisevo

La primera postal nos muestra la romántica isla de Bisevo, en Dalmacia. 
En ella, los tres ocupantes de una barca de remos nos observan, muy circunspectos y elegantes, frente a la entrada de la maravillosa gruta azul, una cavidad rara, sorprendente y extraordinaria, en la que el sol de mediodía produce un efecto fabuloso bajo la gran cúpula natural que, sin que nadie pueda suponerlo desde el exterior, nos ofrece por dentro la inmensa cavidad formada en su rugosa roca caliza. 
Un espectáculo que justifica el viaje hasta este apartado punto de la geografía croata, fuera de los circuitos turísticos habituales.

Venecia

Los canales de Venecia siguen ejerciendo, en nuestros días, una muy poderosa y magnética atracción en los viajeros. Claro que hoy es más difícil encontrar unas escenas tan pintorescas como la de esta conocida imagen del rio della Botisella, reproducida tantas veces, y que presenta una composición de gran belleza en un cuadro rebosante de apacible sencillez.

Fechada en el año 1890, nos muestra a una dama a punto de llegar a su destino (como, con total claridad, indica su postura), a bordo de una góndola, bajo la atenta mirada de un operario que detiene su labor sobre una embarcación en dique seco, mientras un caballero sube los peldaños de una escalera, ajeno a la elegante señora, que parece impaciente por desembarcar y nos muestra unas maneras propias de quien está acostumbrada a desplazarse en un medio de transporte nada extraño para ella.

Dawlish

Cambiando drásticamente de escenario, observamos en esta fotografía la playa de Dawlish, en el suroeste de Inglaterra. En primer plano, vemos la zona de la playa reservada a las barcas de pescadores (cuyos aparejos reposan junto a los botes), a la que se está acercando una pequeña embarcación, que arría su vela.

La serenidad que transmite esta imagen es absoluta. 
Nada parece perturbar la paz de esta apacible villa marinera en la sabemos que Jane Austin pasó unas largas vacaciones  y a la que, tanto ella como Dickens, mencionan en sus obras.
El tono con el que está coloreada la foto parece recordarnos que la vieja población de Dawlish cobró fama, a principios del siglo XX, por su perfume de violetas. Unas flores que crecen, cultivadas y silvestres, en muchas zonas de los alrededores, gracias a su particular clima templado y suave.

Nápoles

La cuarta postal es del sur de Italia. Y debo reconocer que me gusta mucho esta vista de la gran bahía de Nápoles con el Vesubio al fondo.

Unos cuantos barcos veleros de considerable eslora y arboladura esperan, sin ninguna prisa, el momento oportuno para zarpar, atracados en el muelle unos y fondeados frente al puerto los otros. 
Su presencia nos indica, con claridad, que nos encontramos en una gran ciudad portuaria, de tráfico mercantil intenso.
Sin embargo, pese a ello, el momento captado es de total reposo y solo el humo del volcán, impulsado por el viento del norte, puede llegar a producir una remota inquietud, al recordarnos su violento pasado. 
La total ausencia de personas contribuye a incrementar la placentera sensación de quietud que, sin duda, contrasta con una ciudad que sabemos alegre y bulliciosa.

Monmouth

Y, para terminar, esta preciosa imagen del río Monnow, a su paso bajo el viejo puente de Monmouth, villa en la que une su curso con el del Wye.
El Monnow sirve de frontera entre Gales e Inglaterra y discurre por un frondosos valles que aumentan su belleza tras confluir con el Wye.
Una muy atractiva parte del Reino Unido, que cuenta con impresionantes paisajes a ambos lados del límite de los dos países, llena de montes, bosques y parajes por descubrir.

Un viaje por Gales es más que recomendable y, con toda seguridad, Monmouth, la antigua fortaleza romana de Blestium, es el lugar ideal para comenzarlo. Su bello puente medieval fortificado (que vemos en la fotografía) es el único de su tipo en Gran Bretaña. Y la barca que reposa en la orilla parece estar invitándonos a subir para dar un paseo fluvial por el Monnow...

Recuerdos de un ayer que no volverá. Aunque, por fortuna, algunas de las aguas que estas postales nos muestran, nos ofrecen, todavía, la posibilidad de disfrutarlas en calma, si escogemos bien los momentos para hacerlo.

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