jueves, 19 de marzo de 2015

Tivoli, jardines eternos de Copenhague

Cartel 1956
Aunque su nombre se ha convertido en propio con el paso del tiempo, hubo una época en la que la mayoría de los jardines de su estilo (hoy los llamamos 'parques de atracciones') se llamaban 'Tivoli' o 'Vauxhall', recordando los originales de Villa de Este, cerca de Roma, y los londinenses, ya desaparecidos.

Cuando Carstensen construyó los de Copenhague, en 1843, tuvieron un éxito inmediato.
Poco a poco fueron consolidando su fama en todas partes, conseguida, en buena parte, gracias  a desarrollar una personalidad propia, muy diferente a la de otros 'jardines de diversión' de la época. Su gran virtud es haber mantenido su estilo a través de los años.

Fue el mismo Carstensen quien acuñó la célebre frase 'Tivoli nunca estará completo', que se ha convertido en un eslogan del parque y ha transmitido su inconfundible espíritu en el que se unen la vocación de cambio y evolución con el respeto por el estilo personal, familiar y elegante, de los jardines originales.

Luces en la noche



A mí (como a tanta gente) me encanta la muy particular arquitectura de sus edificios, muchos de ellos inspirados en el lejano oriente o con influencias árabes. El diseño de todos sus elementos está cuidado, realizado con el máximo detalle y mantenido, a la perfección, a través de las décadas.

Porque Tivoli no es un parque de atracciones convencional. Es un lugar mágico, en el que se dan cita la música, el teatro, la pantomina, los desfiles (especial atención a sus famosa y uniformada 'Boy's Guard') y todo tipo de actuaciones en vivo, con las que podemos encontrarnos por todas partes.

El lago
También tiene sus 'atracciones', propiamente dichas que, en verdad, son muy interesantes, pues conservan el sabor y la belleza de las de una época pretérita y romántica que en Tivoli permanece despierta y muy activa, demostrando que la tradición no está reñida, en absoluto, con la diversión ni con la modernidad.

En oposición a lo que es habitual en otros lugares (me vienen, ahora, a la memoria decenas de sitios repletos de montañas rusas, trenes con brujas, horribles tiovivos y otros artefactos mecánicos de dudoso gusto), la comida en Tivoli es excelente, contando con algún restaurante de gran nivel y otros, algo más populares, pero también cuidados y de buena cocina. Los más conocidos son Kähler, Grøften, Mazzolis, Wagamama o el idílico Faergekroen Bryghus, al borde del lago.

Nimb
Tal vez, el más llamativo sea el del renovado hotel Nimb, cuya arquitectura (una réplica libre del Taj Mahal) se ha convertido en uno de los símbolos del parque. 
Hay que lamentar, eso sí, que en el año 2011 el genial Paul Cunningham decidiera cerrar su gran restaurante The Paul para trasladarse a la costa oeste danesa, para poner en marcha su nuevo proyecto culinario (Henne Kirkeby Kro). The Paul era, en mi opinión, uno de los mejores restaurantes de todo el mundo, con independencia de que solo tuviera una estrella Michelin. Su presencia en Tivoli, durante casi diez años, ha contribuido a elevar el listón de una oferta gastronómica que suele ser notable en Dinamarca.

Pero no olvidemos que Tivoli es un jardín. Y, como tal, destaca por sus cuidados rincones verdes, sus muchos árboles y sus plantas y flores, que son parte fundamental de su más profunda naturaleza. Pasear por Tivoli es ya, de por sí, una verdadera atracción, en especial durante el final de la primavera.
Y, cuando llega la noche, los jardines se iluminan, ofreciendo una nueva dimensión de belleza, en la que se combinan luces suaves y colores bien escogidos, para dotar a edificios, fuentes y avenidas con unos matices diferentes, capaces de crear ambientes de una estética aún más especial.

Tivoli en Navidad
Tivoli abre al público desde abril a septiembre, por Halloween y en Navidad, así que nadie debe programar un viaje turístico a Copenhague fuera de esas fechas o se perderá algo extraordinario y único. Y yo me atrevería a decir, además, que indispensable para conocer de verdad una ciudad amable, bella y culta, que nos acoge con simpatía, pero que nos exige, para poder entenderla bien, que pasemos un día entero en los jardines de Tivoli.

Dudo mucho que haya otro parque como Tivoli en el mundo. Sin duda los habrá más grandes, más modernos y con más tecnología. Pero nada de eso puede superar el encanto de un concepto que diseñó Carstensen hace más de siglo y medio, y que sigue ejerciendo sobre quien lo visita una atracción poderosa y eterna.

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