miércoles, 12 de marzo de 2014

Comer en Nueva York (III)

Siempre que escribo sobre restaurantes debo recalcar que no hablo, necesariamente, de los mejores o de aquellos que están más de moda, sino, también, de los que, por un motivo u otro, me han gustado en alguna ocasión o me traen buenos recuerdos. Esta tercera entrega dedicada a los de Nueva York no es una excepción.


Si hay un restaurante en Manhattan que represente la esencia del viejo Broadway, ese es Sardi's.

Las caricaturas de Sardi's
Situado en pleno Times Square, este restaurante es, sin duda, el más clásico de la zona y, desde mi punto de vista, el más recomendable para una cena previa o posterior a un espectáculo teatral o musical.
Innumerables actores y personajes famosos de la escena lo han visitado durante sus casi noventa años de vida y hoy lo siguen haciendo. Las caricaturas de todos ellos adornan sus paredes y confieren al local su inconfundible y particular estilo.
Comer en el salón de la planta baja (y, sobre todo, cenar) es hacerlo rodeado de las glorias de Broadway y Hollywood de todos los tiempos.
Según cuentan, el primer caricaturista de Sardi's, Alex Gard, hacía gratis su trabajo a cambio de una comida al día.
A raíz de la desaparición de la caricatura de James Cagney el día de su muerte (en 1986), las caricaturas originales fueron retiradas de la pared y sustituidas por copias. También se entrega otra copia al personaje caricaturizado.

Desde que Vincent Sardi lo fundase (primero en 1921 y en su actual emplazamiento en 1927), el restaurante ha conseguido mantener su gran popularidad a través de las décadas y su fama siempre ha seguido creciendo gracias, entre otras cosas, a sus múltiples apariciones en películas y series de televisión. En él se gestó, en 1946, la creación de los Tony Awards, entregados por primera vez al año siguiente (uno fue, precisamente, para el propio Vincent Sardi Sr.), y en sus locales se anunciaron las nominaciones a estos premios durante mucho tiempo.

A pesar de sus orígenes italianos, Sardi's es un restaurante de comida continental, es decir, europea. Es, asimismo, muy conocido por sus cócteles.

Una visita imprescindible para conocer la esencia de Broadway.



Es cierto que el restaurante Alfredo del Rockefeller Center no es uno de los grandes de Nueva York. Sin embargo, el hecho de que, en cierto modo, sea el heredero de la célebre receta que el primer Alfredo crease en Roma, en 1914, para restablecer el perdido apetito de su mujer durante el embarazo, es un punto a su favor.
Los Alfredo americanos datan de 1977 y son obra de Guido Bellanca, un amigo de la familia que trasladó, con éxito, la fórmula original romana al nuevo mundo.

Fetuccini Alfredo
Mi recuerdo de los fetuccini de Alfredo está, irremediablemente, ligado a una poderosa nevada sobre Manhattan en la tarde previa a una Bohéme en Broadway.
A la salida del teatro era casi imposible andar por unas calles y avenidas bloqueadas por una nieve que había dejado Times Square casi desierto.
Fue uno de los últimos viajes que pude hacer con mi hijo y no cabe duda de que la calidad de los fetuccini (que ya era buena, de por sí) fue notablemente mejorada, en el recuerdo, por esta circunstancia y por la inmortal música de Puccini.

No he vuelto a comer en Alfredo, aunque es probable que lo haga la próxima vez que coincida mi visita a Nueva York con una copiosa nevada.



Un descubrimiento relativamente nuevo que me ha gustado mucho.
Docks es un animadísimo y joven restaurante, con mesas distribuidas en dos niveles, alrededor de una barra central, siempre concurrida.
Sus grandes ventanales agrandan un espacio amplio y muy bien decorado, lo que contribuye a crear un ambiente muy agradable e informal que complementa a la perfección una siempre excelente comida, basada en la calidad de sus ingredientes.

Docks
Su especialidad, como ya nos indica su nombre, es el pescado, pero la carne y todo el resto de la carta no desmerecen en absoluto. Y sus precios son razonables, lo que es digno de resaltar en Manhattan.
Por la noche hay música de jazz en directo. 
Una compañía que nunca molesta por estar muy bien incorporada y que se adapta a la perfección al estilo del local.

Tiene horario de cocina continuo y su situación, en la muy dinámica Tercera Avenida, muy cerca de las Naciones Unidas, es una ubicación ideal, teniendo en cuenta la gran cantidad de oficinas que hay en la zona.

Para mí se ha convertido en una referencia que procuro no dejar de visitar en mis viajes a la que nunca dejará de ser una de mis ciudades favoritas.



Un gran restaurante griego, especializado en pescado, muy de moda en los últimos tiempos.

Milos
Entre la Avenida de las Américas y la Séptima Avenida, cerca del Carnegie Hall, este sorprendente local está lleno a todas horas de un público que busca una atmósfera mediterránea, cosmopolita y moderna.
Milos abrió su primer restaurante en Montreal, hace más de treinta años, y hoy cuenta con un total de cinco (Montreal, Nueva York, Atenas, Las Vegas y Miami).
Basa su éxito en la calidad de sus productos y entre ellos, como ya he dicho, el pescado es su estrella. 
Está a la vista y se elige y sirve al peso, normalmente preparado de una forma muy sencilla, sin esconder su sabor tras una elaboración artificial o sofisticada en exceso.
El postre más aclamado de la casa es el yogur de leche de cabra con miel, sin desmerecer a un excelente karidopita (pastel de nueces griego). 

Milos está decorado como si fuera una terraza, con grandes sombrillas blancas bajo un altísimo techo, grandes ánforas en el suelo y comida expuesta en pequeños puestos, simulando los de un mercado mediterráneo. Tiene una animada barra y, desde luego, no es nada raro encontrarse con algún personaje conocido cenando en una mesa próxima. La última vez que estuve allí, por ejemplo, Woody Allen compartía la de al lado con unos amigos.

No es barato, pero el sitio y, sobre todo, la comida, justifican el precio.



El enlace a la web de este elegante italiano <www.nellorestaurantnyc.com> nunca funciona, así que pongo otro a una crítica del New York Times que, como es habitual en las opiniones sobre este controvertido local, le resulta poco favorable, especialmente en lo que se refiere al precio.

Nello
Nello Balan, rumano de nacimiento, abrió en 1992 su restaurante del 696 de Madison Avenue. 
Pronto se convirtió en un lugar muy frecuentado por celebridades que se dejaban ver en uno de esos sitios que se vuelven especiales, sin que nadie sepa muy bien por qué.
Yo tengo que reconocer que el estilo sencillo y clásico de este restaurante me gusta. Tiene clase, pero parece no querer aparentarla y creo que este es, precisamente, el secreto. Sin embargo, cuando conoces a Nello Balan, te das cuenta de que es un personaje que rezuma todo lo contrario a lo que transmite su local. Un contrasentido difícil de entender, la verdad.

Dicen que es un restaurante para ricos y no para aquellos que son sensibles al precio. Puede que tengan razón. En cualquier caso, lo más prudente es no pedir nunca los platos especiales, ya que es costumbre de la casa no especificar en ellos el precio y este suele ser muy sorprendente (en el peor sentido que pueda darse a esta palabra).

Ahora parece que Balan va a abrir una sucursal de Nello en el Mayfair londinense y ya se está levantando un cierto revuelo en la capital británica. Seguro que Roman Abramovich, el millonario ruso dueño del Chelsea FC y cliente de Nello, estará tan contento de no tener que viajar a Nueva York para tomarse las botellas de vino de cinco mil dólares que, al parecer, bebía con sus invitados cuando visitaba el restaurante de Madison Avenue.

Sintiendo disentir con los feroces críticos de Nello (casi todos ellos lo son por motivos económicos) yo insisto en que me gusta. Es muy cierto que es caro, pero para comer barato hay otros sitios en Nueva York (y aún sale más barato quedarse en casa).



El Hotel Mercer, en el 99 de Prince St, es ya una institución en el SoHo neoyorquino y su restaurante le ha seguido los pasos.

(The Mercer) Kitchen
Ya el espacio destinado por el hotel al comedor es lo suficientemente original como para llamar la atención. 
Situado en el sótano de un magnífico edificio de ladrillo, que data del siglo XIX, cuenta con diseño abierto y amplio, de una sencilla sofisticación, llena de buen gusto y criterio en su diseño y decoración. Al fondo está la cocina, formando un solo cuerpo con un salón de largas mesas corridas, rebosante de madera y tonos marrones. Arriba, en la planta de calle, un café en el que se pueden tomar los postres que sirven en el restaurante es una extensión natural y acertada del comedor de abajo.

La comida es sencilla y muy rica, con una cuidada presentación, en sintonía con lo que se espera de un local contemporáneo que transmite modernidad en todos sus detalles.

El SoHo está lleno de sitios interesantes para comer y, además, como barrio vivo y comercial que es, siguen surgiendo cada día otros nuevos que llaman nuestra atención, pero el Mercer y su restaurante se mantienen, a través de los años, como lo que son: una referencia permanente para quienes allí residen y, desde luego, para los muchos visitantes que nunca dejan de frecuentar esta zona del sur de Manhattan.



Desde su fundación, en 1997, este bonito local de Spring St (también en pleno SoHo) se ha convertido en uno de los más populares de un barrio en el que, como ya hemos dicho, la oferta gastronómica es variada y atractiva.
Balthazar es, a la vez, un bistrot/brasserie francés de cuidadísima decoración tradicional y un obrador y repostería de excelente reputación. Este obrador ha tenido tanto éxito que Keith McNally, dueño y fundador del restaurante, se ha visto obligado a abrir en la vecina Nueva Jersey una división mayorista que distribuye sus bien elaborados productos artesanos a un gran número de comercios y restaurantes.
Balthazar

El amplio salón de Balthazar siempre está animado y sumergido en una atmósfera parisina muy bien lograda y mantenida por quien ha sido, asimismo, el creador de un buen número de locales de restauración en otros barrios de Manhattan (Pastis, Morandi, Schiller's, Lucky Strike...).

Es indudable que Keith McNally ha dado con una fórmula que funciona muy bien y que no es otra que combinar la buena calidad de los productos que sirve en sus restaurantes con una decoración y un ambiente perfectamente integrados en el espíritu del local. Balthazar es, tal vez, el mejor ejemplo de su éxito.



Estas opiniones personales sobre algunos locales de Nueva York que me gustan, complementa las ya expresadas en los anteriores artículos publicados en este blog, Comer en Nueva York (I) y Comer en Nueva York (II).

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