martes, 1 de abril de 2014

Bajo la Acrópolis

Para conocer una ciudad no hay nada como vivir en ella.
Es obvio que no descubro nada con esta perogrullesca afirmación, pero viene al caso en este artículo porque si yo conozco razonablemente bien Atenas, es gracias a Eduardo y Carmela Baeza.

El Partenón
Ellos nos invitaron a su casa cuando vivían en la capital griega. Y fue un viaje magnífico, que me permitió descubrir algunos aspectos de la ciudad y del país, ocultos para esos turistas apresurados, que tienen que estar dependientes para casi todo de las agencias y los operadores.

Estar unos días viviendo en un barrio residencial de Atenas, moviéndote como un ateniense más, es un lujo. Un verdadero lujo. 
Y la única manera de entender la vida de un pueblo al que en occidente le debemos casi todo.

Akropolis (Óleo de Leo von Klenze, 1846)
Pasear por las calles poco turísticas de una ciudad con tanta historia siempre te brinda sorpresas interesantes y cuando, como allí sucede, el clima y la buena comida te acompañan, la estancia adquiere una dimensión especial y los recuerdos que genera están tan vinculados a los pequeños rincones apacibles que, gracias a este particular ritmo se han podido conocer, como a los grandes monumentos y a las piedras milenarias.

Por si todo esto fuera poco, Eduardo y Carmela tenían allí su barco, lo que nos permitió convertirnos en miembros ocasionales de su tripulación, vistiendo, desde luego, el preceptivo uniforme blanco de la "Baeza Crew".

Friso occidental del Partenón
Cuando estás en Atenas, por mucho que disfrutes con las noches del Pireo, las excursiones a Delfos y las comidas al aire libre en una de sus infinitas tavernes, tienes que subir a la Acrópolis y pasear, sin prisa, entre los restos de sus templos. Yo siempre he tenido la suerte de hacerlo en días de mucho calor y pocos turistas, una combinación que, para mí, es la perfecta.
Ya sé que las altas temperaturas asustan a muchos visitantes, pero no es mi caso. A mí me entusiasma estar en la más alta cumbre de la cultura occidental, bajo un cielo intenso y azul, con un sol poderoso que proyecta la sombra del Partenón sobre el polvo que cubre la roca de la colina sagrada.

Las cariátides del Erecteión
Las explicaciones históricas y artísticas las dejo para las bien documentadas guías que nos cuentan, con todo detalle, cuanto hay que saber del propio Partenón, los Propileos, el templo de Atenea Niké y mi favorito, el Erecteión y sus cariátides.
Para mí, en contra de lo que muchos aseguran, es fácil trasladarse desde allí a los momentos de máximo esplendor de la Grecia clásica, como también lo es, por desgracia, hacerlo a los de quienes, a través de los siglos, se empeñaron en destruir uno de los mayores patrimonios de la humanidad. Y fueron muchos. Aquí y en tantos otros lugares en los que el odio y la ignorancia triunfan, a diario, sobre la lealtad a la cultura, la historia y la belleza.

El templo de Atenea Niké
Y, tras el atracón de Pericles, Fidias y Calícrates, nada mejor que digerir la Acrópolis pasando la tarde en el barrio de Plaka.
Para acceder a la morada de los dioses, lo más recomendable es hacerlo por su entrada principal (a través de unos Propileos en permanente restauración) porque, entre otras cosas, nos permite una visión más monumental y escalonada de una maravilla que siempre sobrecoge y emociona, a medida que vamos subiendo hacia lo que queda de los templos de la gloriosa Atenea.
Sin embargo, para salir, es mejor hacerlo por el pequeño camino que desciende desde el lado oriental de la rocosa colina y que nos lleva, de inmediato, al barrio más auténtico de Atenas.

Plaka y la Acrópolis
Aseguran que, además, es el más antiguo. Y puede que lo sea.
Sus estrechas y empedradas callejuelas tienen el estilo heredado de los años de dominación otomana.
Enseguida nos damos cuenta de que nos encontramos en un ambiente muy acogedor, luminoso y agradable, desde todos los puntos de vista.
Plaka invita a pasear, a sentarse en sus múltiples terrazas, a rebuscar en sus muy numerosas y pequeñas tiendas... para acabar con una temprana cena en uno de sus acogedores restaurantes.
Yo soy un enamorado de la comida griega y, como tal, Plaka, a la sombra de la Acrópolis, es uno de mis lugares favoritos.
También quedan restos clásicos en el barrio, como la famosa Linterna de Lisícrates, que data del siglo IV a. de C. y ahí sigue, como si el tiempo no hubiese pasado por ella.

Una calle de Plaka
Antes he hablado de una cena "temprana" y no lo he hecho porque yo sea un entusiasta de las bárbaras costumbres nórdicas, sino porque cabe la posibilidad de que haya un espectáculo (tal vez un concierto) en el Odeón de Herodes Ático, un bien restaurado teatro romano, sede del Festival de Atenas. Si es así, no deberemos dejar de asistir. Una velada al aire libre bajo el Partenón (visible, incluso, desde algunos asientos) y con la Acrópolis iluminada sobre nuestras cabezas es, sin duda, algo que merece la pena.
Muy cerca, el Teatro de Dioniso, el mayor de la antigua Grecia y en el que fueron representadas obras de Esquilo, Sófocles y Aristófanes, nos muestra (en un excelente estado de concervación, fruto de una cuidadosa restauración, realizada en el primer tercio del siglo XX) la gran belleza de una exquisita construcción clásica dedicada a las artes escénicas.


El Partenón iluminado
Atenas es mucho más.
Yo me atrevería a decir que es infinita y, por supuesto, eterna, pero en estas líneas solo he querido recoger algunas pinceladas de aquel viaje, ya lejano en el tiempo, que hicimos para visitar a nuestros buenos amigos Eduardo y Carmela, a quienes en esos felices días atenienses bauticé, con justicia, como los Príncipes de la Acrópolis.

1 comentario:

  1. Guardo recuerdos inolvidables de Grecia. Por ejemplo, una noche vivaqueando en la colina Filopapo (cerca de los Propíleos de la Acrópolis), viendo hacia abajo, desde el suelo rocoso, la plaza Omonia y la Atenas comercial (de frente), y el NE del barrio de Plaka; .... y al Este, hacia arriba, la Acrópolis...

    O la travesía de Creta andando ("metapodia") desde Anoghia a Vrondisi, por las "Levka Ori" (Montañas blancas), comiendo sólo lo que llevábamos: uvas ("stafilia"), queso ("tirí") y pan ("psomi") .....

    Inolvidable, sí.

    Juan R Lozano

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