sábado, 11 de octubre de 2014

David Roberts en Egipto

Autorretrato de David Roberts
Egipto es una tierra fascinante, histórica, monumental y grandiosa, pero si la vemos a través de los románticos dibujos, pinturas y grabados de David Roberts, alcanza una dimensión especial e idealizada que, con toda probabilidad, tiene el serio riesgo de que nos guste más que la realidad actual, la que podemos observar, personalmente, en un viaje a la tierra de los faraones.


Luxor desde el Nilo

Roberts tuvo la ventaja sobre nosotros de viajar a Egipto en 1838, lo que le proporcionó una imagen muy distinta del país y sus monumentos con respecto a la que hoy presentan. 
Su particular visión de la perspectiva, tan eficaz para agrandar lo más importante ante nuestra vista y empequeñecer los detalles complementarios, dotándolos de un colorido especial y contrastado con los motivos principales, dota a sus ilustraciones de una belleza singular, romántica y misteriosa que cautiva a quien se enfrenta a ellas.



Tras desembarcar en el puerto de Alejandría el 24 de septiembre del año 1838, se dirigió primero a El Cairo para, pasados unos días en la ciudad, remontar Nilo arriba hasta alcanzar los territorios del Alto Egipto y Nubia. Después de un mes de travesía, llega hasta Abu Simbel, cuya grandeza le impresiona hasta el punto de asegurar en su diario que ver este templo justifica, por sí mismo, todo el viaje.



Karnak

De vuelta por el río hasta El Cairo, continúa su ingente labor, realizando un total de más de cien apuntes y dibujos que serán la base para el desarrollo posterior de su gran obra.
Ya en la capital de Egipto, decide quedarse durante un mes más, en el que vive inmerso en la ciudad, por la que se mueve vestido de árabe y dibujando personajes, monumentos y calles.

La duración total del viaje fue de tres meses y le proporcionó material para continuar trabajando durante años en Inglaterra, sobre los bocetos y apuntes recogidos hasta completar una colección de pinturas y grabados excepcional, que ha pasado a la historia del arte como una de las más relevantes de una categoría que adquirió gran popularidad en su tiempo.

Es cierto que, después de su muerte, el reconocimiento de la obra de Roberts bajó en apreciación y sus trabajos pasaron de moda, pero, con el paso de los años, han vuelto a ser valorados como merecen.

Edfu

David Roberts había nacido en el seno de una familia muy humilde en un suburbio de Edimburgo, el día 24 de octubre de 1796, y carecía de formación artística, así como de tradición familiar en el mundo de las artes plásticas. 
Fue solo su talento natural y su capacidad de aprender en sus primeros trabajos como escenógrafo, asimilando sus conceptos y técnicas, para adaptarlos al estilo que luego desarrollaría como propio y justificaría su fama, lo que le permitió hacer una carrera brillante y pasar a la posteridad como uno de los grandes pintores románticos de temas exóticos y de viajes.


En nuestros días, siglo y medio después de la muerte de Roberts, es un placer viajar por el Nilo llevando en el equipaje una copia de sus grabados. La grandeza de las ruinas se agiganta al mezclar en nuestra retina unas y otras imágenes. El propio río difumina sus poderosas orillas y sus caudalosas aguas para suavizarlas con los colores del artista escocés que volcó en ellos la fantasía perpetua de una época que, tal vez, nunca existió más que una vez que hemos conocido su obra. 

Kom Ombo
Hoy, el Nilo está repleto de horribles y lujosos cruceros que desaniman a cualquier espíritu un poco sensible a considerar la posibilidad de perturbar a Hapi y perjudicar la historia milenaria del río cruzando sus aguas a bordo de semejantes adefesios. Por suerte, aún quedan (no muchos) algunos barcos, como el Steam Ship Sudan, en los que se puede viajar sin correr el serio riesgo de sentirse cómplice de la decadencia de la civilización egipcia. Lo mismo pasa con los hoteles. Apenas hay tres en los que podamos alojarnos: el Mena House, en Gizah, el Winter Palace en Luxor y el Old Cataract, en Assuan, aunque ninguno de ellos es ya lo que fue, desde luego. En cualquier caso, como en el Nilo, es imprescindible llevar con nosotros los dibujos de David Roberts. Sin ellos, moverse por los dominios de Ramsés II, Nefertiti o Tutmosis III es un empeño estéril.


Abu Simbel
Roberts ingresó en la Royal Academy en 1841, tres años después de su regreso de Egipto.
En España, podemos hoy admirar cuatro de sus obras (sobre tema español y no egipcio) en el Museo del Prado de Madrid. 
Hay un libro (editado por American University in Cairo Press, en 1999), bajo el título  Egypt: Yesterday and Today. Lithographs and Diaries by David Roberts, R.A., con textos de Fabio Bourbon y fotografías de Antonio Attini, que es una magnífica aproximación a los trabajos del artista de Edimburgo, muy recomendable para disfrutar de un Egipto desconocido para el viajero actual y que nos sumerge en un pasado en el que moverse por el mundo era mucho más que hacer turismo.


Esna

Demos las gracias a este gran artista británico, David Roberts, hijo de un humilde zapatero de Stockbridge, por ayudarnos a vivir en el siglo XXI un recorrido fantástico y lleno de romanticismo, que solo era posible realizar en el XIX... y a través de los ojos y los pinceles de un artista genial, que nos regaló su visión de Egipto, un legado que ya será nuestro para siempre.

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