viernes, 3 de octubre de 2014

Buda y Pest

Monumental y grandiosa, Budapest impresiona al visitante que se acerca hasta la orilla de un Danubio que parece engrandecerse a su paso por la capital húngara.
Sin embargo, como todos bien sabemos, Budapest no es una ciudad, sino dos (o tres, si contamos a Óbuda, la "Antigua Buda"), Buda y Pest, fusionadas en 1873.


Escudo de Budapest
La ciudad de Buda había sido la capital de Hungría hasta la dominación turca y no recuperó su capitalidad hasta 1784, casi un siglo antes de su unión con Pest para formar la actual Budapest. Se encuentra situada en la orilla occidental del Danubio (la derecha) y contrasta su accidentada orografía con la más llana de Pest, en la otra margen del río.
Probablemente fue la existencia de estas colinas junto al gran cauce del Danubio lo que decidió a sus primeros pobladores a instalarse aquí, ya que sus posibilidades de defensa frente a un ataque exterior eran mucho mejores que en el terreno sin relieve que se extendía junto a la margen izquierda, más indicada para actividades agrícolas y con menor protección natural.


Castillo de Buda
El enorme Castillo de Buda fue el palacio real de Hungría y sobre la misma colina en la que se alza el edifico impresionante que vemos hoy reflejándose en las serenas aguas del gran río, estuvieron todos los que le precedieron, sucesivamente destruidos. 
Su máximo esplendor lo alcanzó en el reinado de Matías Corvino, durante la segunda mitad del siglo XV.

Muy cerca del palacio y junto al monumento de la Santísima Trinidad, podemos admirar la iglesia de Nuestra Señora, conocida popularmente como "Iglesia de Matías", con su esbelta torre y sus reminiscencias góticas, matizadas por influencias de muchos estilos, en la que fue coronado Francisco José I de Austria como rey de Hungría, en 1867. Destacan en ella sus frescos y sus notables vidrieras.
También en las proximidades del castillo y de la iglesia se encuentra el célebre Bastión de los Pescadores, con sus siete blancas torres custodiando la estatua del rey San Esteban y cuyos miradores ofrecen magníficas vistas sobre el Danubio y la orilla de Pest.
Asimismo, se encuentra en Buda la Galería Nacional Húngara (Magyar Nemzeti Galéria), un interesantísimo museo que alberga una bella colección permanente y es sede de frecuentes exposiciones temporales.

Condesa Ilona Andrássy
Bajo el palacio, una galería de túneles forman el llamado "Laberinto del Castillo de Buda", cuyo origen se remonta a épocas remotas y que ha tenido todo tipo de usos a lo largo de la historia. Un curioso recorrido que puede hacerse con la sola iluminación de una lámpara de aceite, lo que incrementa la emoción de la visita, que adquiere tintes misteriosos en tan precarias condiciones de iluminación. 
El conocido "Museo del Hospital en la Roca" es otra cercana curiosidad bajo tierra. Una reproducción fidedigna del refugio subterráneo que hizo funciones de hospital de campaña durante la Segunda Guerra Mundial, en el que sirvió como enfermera-jefe, al frente de las valerosas y esforzadas voluntarias de la Cruz Roja (muchas de las cuales murieron durante el asedio al castillo), la condesa Ilona Andrássy, una bella aristócrata húngara, cuya mirada desde su foto de carnet sigue conmoviendo a quien pasa frente a ella. Es difícil no encontrar en su rostro un inquietante parecido con otra enfermera, Larissa Antipova (Lara), interpretada por Julie Christie en la inolvidable versión cinematográfica de Doctor Zhivago. 


Balneario Gellért
Sin abandonar la margen derecha del río, merece la pena conocer el balneario Gellért, uno de los baños termales más bonitos de una ciudad en la que abundan estos establecimientos, muy populares desde tiempos remotos. El hotel Gellért es, muy probablemente, el más famoso de todos ellos y destaca por su arquitectura elegante y clásica, así como por su cuidada decoración, con abundantes mosaicos, estatuas y columnas.

En nuestros días es un complejo hotelero con unas instalaciones termales heredadas de la más exquisita tradición romana y turca que, además, goza de una posición privilegiada, con excepcionales vistas.


Puente de las Cadenas
Cruzando en Puente de las Cadenas, esa gran obra de ingeniería inaugurada en el año 1849, de personalísima fisonomía y símbolo de la ciudad, se llega a la antigua ciudad de Pest.

Este puente colgante, con un vano central que supera los doscientos metros, fue el primero de todo el tramo húngaro del Danubio y, desde su construcción, es imagen inseparable de la bellísima capital magiar. 
Impresiona pensar que fue volado durante la defensa de Budapest por las tropas alemanas que defendían la ciudad del asedio soviético, en uno de los episodios más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial. Por suerte, fue reconstruido en 1949 y pudo celebrar en pie su centenario.


Basílica de San Esteban
Ya en Pest, nos encontramos con el Gresham Palace, un bonito edificio convertido en el mejor hotel de la capital de Hungría, el Four Seasons Budapest, uno de esos lugares privilegiados en los que pasar una noche o, al menos, tomar un té acompañado por un Rigó Jancsi en su terraza (o en el interior, junto a sus amplios ventanales) es una experiencia que nos sumerge con suavidad en la historia de Europa mientras que, relajados, destilamos interiormente y sin prisa toda la belleza acumulada en las horas pasadas al borde del inmenso espejo del Danubio.



A poca distancia, en pleno corazón de Pest, está la gran basílica neoclásica de San Esteban, la catedral católica de Budapest y uno de los dos edificios más altos de toda la ciudad (el otro es el Parlamento), gracias a sus cerca de cien metros de altura. Ningún otro templo religioso en Hungría tiene las dimensiones ni la capacidad de esta basílica, dedicada al gran santo nacional, Esteban I, primer rey de Hungría y cristianizador de los magiares.

Todo en ella es majestuoso e imponente, desde sus dimensiones hasta sus lujosos mármoles, esculturas y pinturas. Las vistas de la ciudad desde lo alto de la cúpula son, como es lógico, espectaculares. 
La cúpula de San Esteban
En ella, aparte de un buen número de obras de arte, se encuentran dos reliquias, a cual de ellas más importante (dependiendo de quién las valore, claro está). Los devotos de San Esteban (una buena parte del pueblo magiar) veneran la Santa Diestra, mano momificada del santo rey. Por su parte, los seguidores de Ferenc Puskás (otra buena parte de los húngaros y todos los aficionados al fútbol y, en especial, al del Real Madrid) pueden visitar la tumba del gran goleador húngaro, que tanto hizo disfrutar con su eficacia ante la portería contraria a cuantos seguidores de sus dos clubes (Honved y Real Madrid) y de la selección húngara tuvieron (tuvimos) la suerte de verle en activo. Sea todo esto dicho sin menosprecio de los grandes valores (con toda seguridad, más relevantes que los de Puskás) que, sin duda, tuvo el buen rey San Esteban, a quien si yo dedico menos espacio en su elogio es, solo, porque no tuve la suerte de verle actuar en sus mejores momentos, como sí ocurrió con las glorias deportivas del delantero merengue.


Ópera Nacional de Hungría en 1890
La Ópera Nacional de Hungría es uno de los más prestigiosos teatros líricos de Europa y cuenta con una acústica muy excepcional, reconocida mundialmente. 
Fue inaugurado en 1884, en presencia de mi tocayo, el emperador Francisco José I, y se ha distinguido por tener directores musicales del máximo nivel, como Richard Strauss o Gustav Mahler, rivalizando durante sus años dorados con la Ópera de Viena por la supremacía operística del Imperio Austro-Húngaro.
Su ubicación, en la elegante avenida Andrássy, la arteria más importante de la ciudad, que termina en la Plaza de los Héroes. Una vez en ella, y tras admirar en su parte central el Memorial del Milenio y sus estatuas de los fundadores de la nación húngara, debemos acercarnos al vecino Museo de Bellas Artes, con sus grandes colecciones de arte antiguo y moderno, custodiadas en un marco arquitectónico perfecto.



Y dejamos para el final de nuestra visita el edificio más conocido y fotografiado de la ciudad, el gigantesco Parlamento neogótico (que nos recuerda, en otros tonos, al británico), sede de las dos cámaras legislativas, así como de las oficinas del presidente y el primer ministro. 

Parlamento
Situado en paralelo a la ribera izquierda del Danubio y, por lo tanto, en el lado de Pest, el que es desde su inauguración en 1904, el mayor edificio de Hungría (dicen que tiene cerca de setecientas habitaciones, si bien yo no puedo dar fe de ello al no haber tenido la oportunidad de contarlas, una a una) nos admira por su grandiosidad exterior, su enorme cúpula central, sus puntiagudas torres y sus apabullantes interiores, en los que el mármol y el oro son protagonistas de unas dependencias cuyo suntuoso aspecto supera lo que cualquier viajero poco iniciado pueda suponer, pese a que su superlativa y simétrica imagen externa ya anuncia un interior desbordante.


Es fácil acabar abrumado por la belleza de una de las ciudades más monumentales de Europa, un poco menos divertida, eso sí, de lo que el cabe esperar del espíritu húngaro, bien conocido por su tradicional jovialidad y alegría. 

Pero el impresionante acopio de historia y arte que cae sobre el viajero exigente, deseoso de vivir una inmersión total en la muy noble capital del Danubio, se convierte en liberación para el espíritu, que vuela sin remedio hacia la romana Aquincum, hacia los viejos asentamientos celtas junto al río... o al tiempo en el que los jefes de las siete tribus magiares llegaron a las tierras en las que nacerían Buda y Pest para acabar fundiéndose en la gran urbe moderna que hoy admiramos todos.

Los siete jefes magiares




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