Cambiar de año en Viena es hacerlo rodeado de tradiciones y costumbres que merecen la pena ser vividas, al menos en una ocasión.
Todos conocemos su famoso Concierto de Año Nuevo, gracias a las habituales retransmisiones televisivas que son esperadas por muchos para dar la bienvenida al nuevo año con el envoltorio romántico de las melodías de la familia Strauss (cuyo apellido no traducimos al castellano, porque empobrecería la imagen elegante y soñadora de su música).
Musikverein |
Pero Viena ofrece mucho más para pasar la última página del calendario anual que un concierto al que resulta imposible asistir si no se es muy afortunado en el sorteo para conseguir una entrada o, alternativamente, se dispone de una muy considerable cantidad de dinero para comprarla en el mercado secundario.
La mayoría no sabe, por ejemplo, que el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena es, en realidad, la repetición del que, también en el Musikverein, se celebra el día anterior, en la tarde del 31 de diciembre.
Ambos son idénticos y el vespertino de San Silvestre tiene lugar a una hora mucho mejor para disfrutarlo en vivo, mientras que el de la mañana siguiente parece perfecto para verlo desde casa (y, si se puede, desde la cama, que para eso es la primera festividad del año).
Los precios de las entradas para esta representación, no siendo baratos, ya muestran cifras algo más humanas.
El Beso (Klimt) |
Antes, no está de más un recorrido a pie por el centro de Viena y tomarse un té en el hotel Sacher, con un buen trozo de su famosísima tarta de chocolate. O visitar la villa de Klimt, en la que el pintor tuvo su estudio y dio vida a una buena parte de su obra. Aunque puede que sea, aún mejor, contemplar sus cuadros (y otras excelentes obras de arte) en el Belvedere, que, además, nos ofrecerá un conjunto arquitectónico y paisajístico de gran belleza.
Tras el concierto, es imprescindible pasear por el Sendero de San Silvestre que, entre la plaza del Ayuntamiento y el Prater, nos brinda la mejor manera de pasar las últimas horas del año que se acaba y recibir al nuevo, entre puestos de gastronomía local, pequeños espectáculos (y lecciones) de valses o grandes fuegos artificiales. Un animadísimo ambiente festivo, muy del gusto del tradicional espíritu vienés, siempre fiel a sus costumbres.
Claro que si hablamos de tradiciones, no es posible dejar de mencionar una de las más importantes, que deberemos cumplir si tenemos la suerte de pasar el fin de año en la gran ciudad del Danubio.
Me refiero a asistir a Die Fledermaus (El Murciélago) en la Wiener Staatsoper, que nunca deja de ofrecer su representación en el primer día del año, así como en otras fechas próximas. A mí me gusta ir en la tarde del uno de enero.
Una postal antigua de la Wiener Staatsoper |
Por la mañana, sí habría sido oportuno desayunar en la plaza del Ayuntamiento (Rathausplatz) y volver a ver el concierto del Musikverein, esta vez retransmitido en directo, y proyectado en una pantalla gigante instalada en la amplia explanada, frente al palacio gótico que preside la plaza del que es el verdadero centro neurálgico de la ciudad durante las fiestas navideñas.
Más tarde, tal vez al mediodía, es buena idea tomarse algo en el histórico y céntrico Café Mozart y, así, recordar la escena que allí se rodó de 'El tercer hombre', la gran película de Carol Reed, protagonizada por Orson Wells. Allí escucharemos el Café Mozart Waltz de Anton Karas (a ser posible, en su grabación original, que, como es lógico, llevaremos preparada en nuestro teléfono móvil para la ocasión).
La tarta Sacher |
Los buenos hoteles de Viena son caros, pero yo casi diría que necesarios para la ocasión. Solo tres merecen la pena y, aunque las guías digan lo contrario, en este orden: Sacher, Bristol e Imperial. Sin que esto pueda significar, en absoluto, un menosprecio a los citados en segundo y tercer lugar de mi lista personal.
Y, con unas tarifas mucho más llevaderas que las de los tres anteriores, hemos escuchado maravillas del diminuto This is not a hotel, de solo tres habitaciones, cuyo original nombre llama la atención del futuro viajero y viene a querer anticiparle que allí se sentirá como en casa, pero rodeado de una atmósfera sofisticada y con clase, impregnada de la más auténtica cultura urbana y cosmopolita. Yo no puedo confirmar ni desmentir nada sobre este pequeño establecimiento hotelero, aunque debo reconocer que tengo interés en conocerlo.
Tampoco es necesario hacer mucho más. Un total de tres noches en Viena para despedir a un año y dar la bienvenida al nuevo, inmersos en un extraordinario baño de tradiciones que nos ayudarán a alejarnos de los nada recomendables riesgos que para la salud espiritual (y, a veces, para la corporal) entrañan las actividades habituales que rodean a las siempre inquietantes nocheviejas familiares o festivas, en las que matasuegras, gorritos y confeti suelen amenazar la más elemental dignidad del ser humano sensato y responsable.
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