martes, 24 de febrero de 2015

Creta y el Minotauro

Damas de azul (Cnosos)
Creta es la mayor isla de Grecia, la cuarta en tamaño del Mediterráneo y cuna de la civilización más antigua de Europa, la minoica, cuyos orígenes se remontan al propio Zeus y a su hijo Minos. Como casi siempre siempre sucede en los mitos de la antigüedad, historia y leyenda se funden en una confusa y muy contradictoria amalgama de anécdotas, nombres y lugares.
Pero no parece disparatado pensar que sí hubo un rey Minos (y es posible que varios), con independencia de que a esta antiquísima civilización cretense se le ha otorgado este nombre, como habría podido dársele otro.

Palacio de Cnosos
Para centrar bien el tema, dejemos claro que el rey Minos estuvo casado con Pasífae y que ambos fueron víctimas de la cólera de Poseidón a quien no le gustó nada que el bueno de Minos no sacrificase al hermoso toro blanco que surgió del mar. 
Así, por intervención del dios de las aguas, Pasífae se las arregló para concibir un hijo del toro (con la más que ingeniosa y eficaz ayuda de Dédalo, por supuesto) que no fue otro más que el mismísimo Minotauro, al que Mino decidió encerrar en el famoso laberinto (de nuevo, obra del habilidoso Dédalo).

Muchas son las versiones que ha despertado en la imaginación de la humanidad la singular naturaleza de este monstruo, con cuerpo de hombre y cabeza de toro, pero pocos somos los que hemos tenido la oportunidad (no podría decir 'suerte') de conocerle personalmente.

Estudió (bueno, en realidad, no estudió mucho) durante un año en el Ramiro de Maeztu y allí era conocido como el 'Hombre-Body'. No puedo entrar en muchos detalles acerca de su verdadera naturaleza, por lo que dejaremos en este punto el tema, tras constatar que era tan terrible y peligrosa como su fama cuenta.
Mapa de Creta 1719 

Volviendo a los tiempos de la Creta minoica, no parece extraño que su indiscutible y muy acreditada ferocidad (devoraba con asiduidad a los jóvenes atenienses que le mandaban y laceraba con rudo ensañamiento a cuanto personal se tropezaba con él por aquellos largos, oscuros, siniestros y, desde luego, muy poco recomendables pasadizos subterráneos - nadie lo dice, pero yo siempre he imaginado que el dichoso laberinto estaba bajo el nivel del suelo - de Cnosos) levantase temores. Sin embargo, por lo que he apuntado en el párrafo anterior (de lo que doy fe), no suscribo la leyenda de que Teseo acabase con él. Yo más bien creo que el joven rey de Atenas contó esta historia en la seguridad de que nadie se iba a aventurar a introducirse en el laberinto a buscar los restos del Minotauro, tras lo que se llevó a la princesa Ariadna a Atenas y solucionó para siempre el problema de los sacrificios humanos de sus súbditos, matando (en sentido doblemente figurado) dos pájaros (podríamos decir toros) de un tiro. De no haber sucedido como yo lo cuento aquí, no hubiese sido posible que  el 'Hombre-Body' hubiese aparecido en el Ramiro tantos siglos después.

Como es lógico, de esta información privilegiada carecían todos los escritores, eruditos e historiadores que, durante milenios, han dedicado su tiempo y sus elucubraciones a este semitaurino asunto.

El salto del toro (Cnosos)
De lo que no hay duda es de que la civilización minoica tenía obsesión por los toros. Primero Zeus se disfraza de poderoso astado y se lleva a la pobre Europa a Creta; luego lo de Poseidón, Minos y su infiel esposa Pasífae; después el Minotauro y, para acabar de certificar todas estas leyendas taurinas, el fresco (en el sentido más pictórico del término) del juego de saltar sobre el toro, descubierto en el palacio de Cnosos. Un mural extraordinario, por cierto.
Como lo son todas las ruinas de este fantástico palacio, uno de mis favoritos de la antigüedad, cuyas pinturas me parecen fabulosas y dignos vestigios de una civilización de refinada cultura.

Los expertos dicen que data del año 2000 a. C. y que llegó a tener más de mil quinientas habitaciones, por lo que no es raro que, al descubrirlo, Arthur Evans creyera que se trataba del propio laberinto. Pero solo era el palacio. O los palacios, ya que, como suele suceder, a través de los siglos, unas construcciones suelen superponerse a otras más antiguas.

Arthur Evans y su equipo
Yo tengo la más absoluta convicción (mis motivos son obvios) de que el laberinto existe y está enterrado en una zona no muy lejana al sitio arqueológico en el que se encuentra el palacio de Cnosos. Si algún día tengo tiempo, lo buscaré.

Pero hay muchos más restos antiguos en Creta, como Festos, Gortina, Agia Triada, Zakros, Malia, Levin, Gournia, Praisos...
Mención aparte merece la mítica figura de Talos, un gigante de bronce dedicado a proteger la isla en la época minoica y que la defendía de los invasores, arrojando pedruscos sobre ellos.
En contra de quienes dan por seguro que se trata tan solo de un personaje legendario, a mí no me parece nada raro que si existió un Coloso en Rodas, Creta (la isla más importante del Mediterráneo en la época minoica) haya tenido el suyo propio, de bronce y con el bonito nombre de Talos. Acepto, eso sí, que me plantea más dudas su capacidad de dar tres veces al día la vuelta completa a la isla. Salvo que estemos hablando de un artefacto naval, que también es posible, claro.

Los delfines de Cnosos
Creta es magnífica en todos los sentidos. Sobre todo en el histórico, que en nuestros días ya se confunde con la mitología y se plasma en los innumerables yacimientos arqueológicos de una isla grande desde todos los puntos de vista. 
Sus montañas son altas; sus costas, impresionantes; sus verdes campos, fértiles y amplios; sus afamadas playas, paradisíacas y de aguas puras y transparentes; su clima, inmejorable... y, como acabamos de decir, su historia, fabulosa.
Poco importa que dioses y héroes hayan venido a este lugar de una manera u otra, es decir, a bordo de la realidad o transportados por la imaginación de los pueblos. El caso es que su tierra, su cielo y su mar están impregnados de todo lo que hace atractivo un viaje.

Creta fue, también, famosa en tiempos más modernos, cuando los venecianos la conocían como Candía, como también llamaban a su capital, la actual Heraclión, una ciudad llena de monumentos venecianos y bizantinos, a tan solo cinco kilómetros de Cnosos y que es la entrada natural a esta bella isla, ya sea por aire o por mar. Su museo arqueológico guarda la mayor colección del mundo de arte minoico.

La playa de arena rosa de Elafonisi
De sus playas se podría hablar durante días. 
Algunas son de una belleza espectacular, con aguas que recuerdan a las de las mejores costas del caribe, como la de Elafonisi, con su inconfundible arena rosa, o la casi perfecta de Balos, con su combinación perfecta de blanco y turquesa.
Lo mismo puede decirse de sus pueblos marineros... y de los interiores.  Tanto unos como otros conservan ese sabor especial, frecuente en las islas griegas y extraño o, al menos, infrecuente en el resto del mundo. Incluso lo tienen algunas ciudades más grandes, como La Canea, capital veneciana de la isla, o Elounda, un gran centro turístico, muy reconocido por su gran cantidad de calas de aguas cristalinas, con pequeños pueblecitos en sus proximidades y un buen número de hoteles en los que el lujo se viste de paz y sol...

Playa de Balos
Hay tanto en Creta que nos apetecerá quedarnos una larga temporada, recorrer sus costas y sus campos, comer en sus animadas tabernas y descansar junto a sus playas y acantilados, mientras nos acordamos de Jasón y sus compañeros del Argos, con Medea tratando de seducir al broncíneo Talos... o del esforzado Heracles capturando al toro que tanto estropicio causó, tras engendrar al Minotauro (y que, con posterioridad, siguió provocando en la Grecia continental hasta que Teseo, no conforme con acabar - según dicen - con el hijo, diera buena cuenta de él en Maratón). 


Un viaje, en fin, que será histórico para quien lo realice con la tranquilidad suficiente para desplazarse no solo en el espacio sino, sobre todo, en el tiempo, en pos de los recuerdos civilizados más antiguos que podemos encontrar en Europa.

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