sábado, 28 de febrero de 2015

La primavera de Salzburgo

Wolfgang Amadeus Mozart no nació en primavera, sino en pleno invierno. Para ser más precisos, lo hizo el 27 de enero de 1756, en el número 9 de la calle Getreidegasse de Salzburgo. Hoy, la visita de su casa natal es una de las actividades habituales de los turistas que se acercan a esta bonita y bien cuidada ciudad de Austria.

Salzburgo en primavera
La verdad es que Mozart sí merecía haber nacido en primavera, pero este desfase es menor si lo comparamos con el que sufrió al final de su vida, truncada antes de cumplir los 36 años por una misteriosa enfermedad, cuyo gran enigma sigue sin estar resuelto en nuestros días.
Su temprano fallecimiento en Viena dejó a la humanidad huérfana de un sin número de composiciones musicales que, a buen seguro, nos hubiese legado su genio, de haber vivido más tiempo. 
Afortunadamente para la historia de la música, fue un autor tan precoz y prolífico que, pese a su breve paso por este mundo, dejó escritas más de seiscientas obras, una buena parte de ellas, verdaderas obras maestras.

Wolfgang Amadeus Mozart
Salzburgo, cuyo nombre viene a recordarnos el comercio de sal que discurría por su río (el Salzach) en tiempos medievales, es una ciudad realmente bonita. Su patrimonio cultural es notable, como ha reconocido la Unesco, y su amor por la música, notable (no hay que olvidar que, aparte de Mozart, también nació en la ciudad el gran Herbert von Karajan).

Esta solidez cultural, mantenida en la más clásica tradición austriaca, se complementa con una ciudad monumental y muy bien conservada que tiene, además, la inusual virtud de parecernos más pequeña de lo que es. 
A mí me gusta imaginarla unida a la primavera, porque la veo renaciendo al calor de la vida con ese suave y, a la vez, potente impulso de una estación que suena en nuestro interior con ese colorido tan habitual en la música de su hijo predilecto.
Sin embargo, tengo que reconocer que su belleza es, aún, mayor en invierno, cuando la nieve dibuja una delicada sombra blanca sobre los ocres y amarillos de sus edificios, siempre dominado su paisaje por la imponente silueta de la fortaleza medieval de Hohensalzburg, que se yergue majestuosa frente al visitante con sus más de novecientos años de antigüedad, sobre el punto más alto del casco histórico. Su acceso es muy cómodo, gracias al centenario funicular que sube hasta ella.

Salzburgo bajo la nieve
Su otro gran monumento, junto con el castillo, es la elegante catedral barroca, que data de 1628. Está situada en el centro del barrio que lleva su nombre, en el que merece la pena perderse y no tener prisa para regresar.
La Residencia, el palacio arzobispal (Salzburgo estaba regentada por un príncipe-arzobispo), también es una parada de obligado cumplimiento. Sus salones con magníficos frescos son impresionantes (en alguno de ellos, Mozart dio varios conciertos), pero su mayor tesoro se guarda en la galería del tercer piso, en la que Rembrandt es la firma que más destaca de una importante colección de pinturas.

En primavera tiene lugar un breve festival de música y artes escénicas, el Whitsun Festival, que se desarrolla a finales de mayo, pero el gran evento cultural es el Salzburg Festival, desde mediados de julio hasta fin de agosto. 
Como bien sabemos todos, se trata de una de las más importantes citas culturales del mundo, por la calidad de sus producciones y altísimo nivel de sus intérpretes, siempre escogidos entre lo más destacado de la élite del momento.

El célebre Teatro de Marionetas es otra institución centenaria de la ciudad. Un auditorio barroco, con capacidad para trescientas cincuenta personas que es el mejor en su género. Una verdadera joya en la que unas fantásticas marionetas, manejadas por extraordinarios artistas, representan óperas, operetas y ballets de una belleza plástica excepcional. Nunca suelen faltar sesiones con La Flauta Mágica o Sonrisas y Lágrimas. Un local clásico que no debemos perdernos.

Un museo que me gusta mucho es el Spielzeug Museum (Museo del Juguete). Se trata de una colección muy especial con la que podremos interactuar y no limitarnos a admirar. Hay quien dice que es un sitio muy atractivo para los niños (no lo dudo), pero yo creo que lo es para todos. 
Un adulto que no sea capaz de apreciarlo es mejor, no ya que no lo visite, sino que se quede en su casa y se ahorre el esfuerzo de viajar.

El Salzach a su paso por Salzburgo
Y, hablando de viajar, el recorrido por Salzburgo no debe terminarse sin dar una vuelta por sus alrededores. Sobre todo, en primavera. 
El campo es espectacular, lleno de prados, bosques, lagos y montañas. La región, próxima a los Alpes, es de una belleza singular, muy similar a la de Baviera y está salpicada por pueblecitos de gran encanto que, como es habitual en toda la campiña austriaca, parecen sacados de un cuento. De un cuento de los de antes, claro, porque ahora suelen ser muy distintos y, la mayoría de ellos, bastante feos.
En cualquier caso, no hace falta salir de la ciudad para vivir la naturaleza, ya que Salzburgo es un verdadero jardín urbano, en el que no faltan las plantas ni los árboles y abundan las praderas y los parterres de flores. Algunos de sus parques son, en verdad, magníficos, como el de Mirabell.

Por último (y aunque reconozco que no soy uno de sus mayores seguidores), hay que recordar que la historia de la familia Trapp es auténtica. Georg Ludwig von Trapp y su familia vivieron en Salzburgo entre 1923 y 1938 (hasta que se exiliaron tras la anexión de Austria por la Alemania nazi). En la vecina abadía de Nonnberg era novicia María, que se convertiría en institutriz de sus hijos y, posteriormente, en su esposa. Su historia se llevó a la gran pantalla varias veces, siendo la más famosa de las películas rodadas sobre ellos la protagonizada por Julie Andrews (Sonrisas y lágrimas, 1965) en el papel de María. La casa de la familia es hoy un hotel, Villa Trapp.

Goldener Hirsch
Como es lógico, tanto Salzburgo como sus alrededores tienen una oferta hotelera variada y amplia, ya que es una ciudad que recibe muchos visitantes. Pese a ello, para mí, solo hay un hotel que me interese y es el Goldener Hirsch. Es un hotel pequeño y muy cuidado, en pleno centro (está en la misma calle de la casa de Mozart) y frente al Festival Hall. En mi opinión, su único defecto es que se ha modernizado en exceso, por lo que debo reconocer que, si bien sigue siendo mi favorito, me gustaba más antes. Aún así, no iré a otro.

Mozartkugel
De esta forma, tras habernos sumergido en la música del gran genio de la música del XVIII y después de disfrutar de una ciudad en la que el arte nos rodea, haremos un esfuerzo para marcharnos, con la decidida intención de volver algún día con algo más de tiempo para poder relajarnos en sus acogedores cafés y pasear tranquilamente por sus parques junto al Salzach.
Por lo menos, nos habremos llevado una caja de chocolates Mozartkugel que nos ayuden a suavizar nuestras penas durante el camino de regreso.


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