Que el Kilimanjaro es la montaña más alta de África todos lo sabemos. Menos conocido es el hecho de que, en realidad, está formado por tres volcanes inactivos y, en consecuencia, son tres sus picos principales: Shira, Mawenzi y Uhuru (este último, el más alto, corresponde al volcán Kibo).
Majestuoso Kilimanjaro |
Desde lejos, sin embargo, esto no se aprecia, ya que el Kili (su nombre familiar) surge en el horizonte como una masa imponente y compacta, coronada de unas nieves que van camino de ser solo un recuerdo, en unos cuantos años.
Yo aterricé, en mi primer viaje a Tanzania, en el aeropuerto que lleva su nombre, situado a unos cincuenta kilómetros al suroeste de la gran montaña. Lo hice de noche y me trasladé, en plena oscuridad, hasta un pequeño lodge cercano. Al amanecer, me encontré frente a frente con el gran gigante, viendo como su silueta se iba recortando contra el cielo, a medida que iba clareando el día.
Es una de esas imágenes africanas que impactan. Como estar al borde de las cataratas Victoria o asomarte al cráter del Ngorongoro.
Desde entonces, lo he sobrevolado y visto varias veces desde diferentes perspectivas, pero nunca he subido hasta su cima, como han hecho algunos amigos. Espero dar pronto ese paseo.
Todo el territorio que rodea el Kilimanjaro es hoy un parque nacional, creado en 1973 y que ha ido creciendo en extensión con el paso del tiempo, hasta llegar a las más de cien mil hectáreas actuales.
Este espacio protegido alberga un importante número de especies vegetales (algunas autóctonas) y, también, unas cuantas animales que ahora parecen estar menos amenazadas, si bien, los grandes mamíferos han ido retirándose a otras áreas cercanas, como el parque nacional Amboseli, en la vecina Kenia, con el que está conectado por un corredor biológico.
Dentro del parque nos encontramos con zonas bien diferenciadas, que van desde la aridez de la alta montaña hasta las grandes llanuras, pasando, desde luego, por zonas de selva y bosque tropical.
Siempre me llamó la atención la extraña curva que hace la frontera entre Kenia y Tanzania, modificada artificialmente para dejar al Kilimanjaro dentro de la antigua colonia alemana de Tanganika y que, como es bien sabido, responde a un acuerdo entre las familias reales de las dos metrópolis (Alemania y Gran Bretaña) para que cada una de las dos colonias tuviese su gran montaña (en Kenia está el monte que da nombre al país y que es el segundo en altura del continente).
El Kilimanjaro impresiona profundamente a quien lo ve. Hemingway no fue una excepción. Su relato corto Las nieves del Kilimanjaro es muy popular (aunque un poco aburrido, en mi particular opinión) y tiene mucho de idealización autobiográfica, que también se aprecia en su versión cinematográfica, del mismo título, protagonizada por Gregory Peck y Ava Gardner. Una película más interesante por el fetichismo que despiertan sus actores y por la belleza de su Technicolor que por la calidad del trabajo de su director Henry KIng (si bien yo soy de los que creen que la historia del afamado escritor americano -cuajada de tópicos que, en ocasiones, están al límite de lo infumable- no daba para mucho más).
Las vistas del Kilimanjaro desde Amboseli son magníficas. En especial cuando observamos a los elefantes o las jirafas pasear, con su majestuoso porte, frente a las grandes acacias de la sabana, con la cumbre nevada del Kili como telón de fondo. Desde aquí, la montaña esconde sus tres picos y se nos muestra como una breve y elevadísima meseta que bien merece el nombre que le diera, a comienzos del siglo XVI, el explorador español Fernández de Enciso: 'Olimpo de Etiopía'.
El Kilimanjaro desde Amboseli |
Y no son pocos los artistas que se han inspirado en el gran monte de África. Uno de mis favoritos es el parisino Pascal Danel, quien convirtió su tema 'Kilimandjaro' en uno de los mayores éxitos de la música francesa en los años sesenta. Una canción que escucho con mucha frecuencia y de la que nunca me canso. Y como el vídeo original de 1967 no le hace justicia, he decidido hacer mi propia versión.
No hay duda de que la gran imagen que resume la grandeza de África es la del Kilimanjaro elevándose sobre la vida salvaje que le rodea, luciendo su cada vez más breve casquete de glaciares a casi seis kilómetros de altura y, con frecuencia, flanqueado por unas nubes que no se atreven a desafiar su dominio sobre la gran planicie que se extiende a su alrededor.
Gloria eterna al Kilimanjaro, eterna morada de los dioses que cuidan de la cuna de nuestra especie.
La grandeza de África |
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