Cuando el Dr. Livingstone descubrió para la civilización europea esta maravilla de la naturaleza, en 1860, y la bautizó con el nombre de la reina Victoria, las cataratas eran bien conocidas, claro, por las tribus habitantes de los alrededores, quienes se referían a ellas con el nombre de Mosi-oa-Tunya, lo que, al parecer, significa algo así como "el humo que truena". Y no es una mala definición para describir una de las más espectaculares maravillas naturales de nuestro planeta.
Sus interminables 1.708 metros la convierten en la más ancha cortina de agua del mundo. Por supuesto, hay otras cataratas más altas, pero sus 100 metros de caída y sus más de medio millón de metros cúbicos por minuto, hacen de ellas un espectáculo verdaderamente excepcional.
Conozco otros saltos de agua que impresionan al visitante, como Iguazú, Niágara o el Salto del Ángel, y todos ellos son de una belleza muy especial, cada uno en su peculiar estilo, pero las cataratas Victoria tienen algo más. Para mí, lo más sorprendente es que puedes estar frente a ellas, justo a la misma altura desde donde se precipitan a ese estrecho corredor por el que discurren, tras su caída, las que un instante antes eran las tranquilas aguas del Zambeze.
Este hecho singular (estamos acostumbrados a que las cataratas se produzcan en desniveles importantes del terreno y no en una zona plana que presenta un violento, profundo y estrecho tajo entre las rocas) las convierte en únicas. No es de extrañar que cuando David Livingstone se encontró frente a ellas tuviera una impresión irrepetible. Hoy vemos su estatua junto al permanente arco iris que producen sus turbulentas aguas y nos quedamos paralizados, también, ante ese "humo que truena".
Las cataratas están justo en la frontera entre Zambia y Zimbabwe, pudiendo ser visitadas desde ambos lados, pero la forma más sencilla de llegar a ellas es volar a Johannesburgo y, luego, coger un avión hasta Victoria Falls, en el lado de Zimbabwe.
Por supuesto, hay varios hoteles lujosos cerca de las cataratas, pero a mí solo me gusta uno, el más antiguo, el Victoria Falls Hotel. Se trata de un extraordinario conjunto colonial que conserva intactos su atmósfera y su ambiente. Desde sus habitaciones y jardines pueden verse y oírse, en la distancia, tanto el "humo" como los "truenos". Un camino directo nos conduce desde el hotel al mayor espectáculo de África.
La visita a las cataratas se hace, de sobra, en un día, así que, ya que estamos allí, merece la pena dedicar unos días más a conocer los alrededores del Zambeze, que son dignos de ser visitados, y, sobre todo, a explorar el gran río. El mejor sitio es un pequeño lodge llamado Matetsi. Está a una hora por carretera, aproximadamente, de Victoria Falls y es uno de esos lugares únicos en los que la vida parece detenerse en el tiempo.
Matetsi Water Lodge |
Matetsi tiene, en realidad, dos alternativas. La primera es el lodge, justo dominando las serenas aguas del inmenso río que, por sus dimensiones y tranquilidad, más nos parece un lago. Para mí ésta es la mejor opción, sobre todo porque sus desayunos viendo cómo surge la esfera roja del sol sobre el horizonte del Zambeze se quedarán grabadas para siempre en nuestra memoria. Otra experiencia inolvidable son las cenas bajo las estrellas, al calor de las hogueras que nos protegen de la fría noche africana.
Por el día, Matetsi organiza paseos en 4x4 en los que podremos disfrutar de fantásticos safaris fotográficos y visitaremos su otra alternativa de alojamiento, el Matetsi Camp, que nos proporcionará la posibilidad de observar cómo los animales, sobre todo búfalos y elefantes, bajan a beber frente a sus tiendas, cuando el calor cede y el día empieza a refrescar.
Nadie que esté en Matetsi debe dejar de hacer un pequeño crucero por el Zambeze a la caída de la tarde, porque se perdería otro de los grandes espectáculos del gigante acuático. Matetsi tiene una peculiar plataforma flotante (no se la puede llamar barco) que hace un fantástico viaje por el río, entre hipopótamos y cocodrilos, justo a la hora en la que en sol baja, lentamente, hasta fundirse con las aguas del Zambeze. La sensación de paz que se produce en esos momentos, mientras nos trasladamos paralelos a unas orillas en las que descubrimos cocodrilos, hipopótamos , antílopes y elefantes, nos hace olvidar que, apenas unos cuantos kilómetros río abajo, "el humo que truena" surge con violencia de la profunda garganta cuyo estruendo hizo enmudecer al bueno de Livingstone.
El humo que truena |
He conocido otros muchos lugares en los que la naturaleza triunfa sobre la civilización, pero muy pocos tienen la rara virtud de conservar, pese a su fama, esa virginidad original, en la que se mezclan sencillez y grandeza. Una virtud extraordinaria que el gran Zambeze y las cataratas Victoria nunca ocultan al visitante.
Un artículo estupendo y unas fotos preciosas.Ya estoy deseando conocer las cataratas, Zambeze y el Matetsi Water Loge, la esfera roja del sol sobre el horizonte y las cenas bajo las estrellas.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco,