Siempre he sentido predilección por las islas del Índico, por lo que no es de extrañar que llegase a Zanzibar con una clara predisposición favorable.
Como, desafortunadamente, mi tiempo fue escaso, no pude recorrer la isla en toda su extensión, como me hubiese gustado, pero mi estancia fue lo bastante larga para apreciar la singular mezcla de culturas que nos ofrece Zanzibar, fruto de su ajetreada historia, que culminó con su unión con Tanganyika en 1964, para formar la República Unida de Tanzania.
La costa Suahili estuvo, tras el primitivo dominio portugués, bajo influencia árabe por varios siglos. Y Zanzibar fue, hasta su independencia (en 1963), sede oficial del Sultanato de Omán, si bien durante sus últimos años estuvo bajo protectorado británico.
Todos estos hechos han marcado el carácter de la isla, al que no es ajeno el haber sido uno de los últimos reductos del comercio mundial de esclavos.
La isla es exuberante, de origen coralino y de bien cuidadas plantaciones. Sus playas son blancas y están bañadas por aguas templadas, azules y transparentes.
Un dhow navega frente a Stone Town |
Su capital, Stone Town, es una ciudad detenida en el tiempo. La población es bantú, en su gran mayoría, pero el lugar no puede negar su pasado árabe.
En cada recodo de sus estrechas y retorcidas calles esperamos encontrarnos con las huestes del sultán. Y nos estremece visitar el mercado de esclavos, en pleno centro de lo que hoy sigue siendo su zona comercial. No muy lejos de allí, los hammam o baños públicos, construidos al estilo persa y de uso exclusivo de las mujeres del sultán, nos transportan a otras latitudes, más próximas a nosotros.
Las casas de Stone Town están muy viejas y descuidadas, pero siguen conservando algo de su elegante y próspero pasado, si bien no podemos quitarnos de encima ese extraño desasosiego que nos produce el constante recuerdo de que, gran parte de ese antiguo esplendor se debió a los beneficios obtenidos con el terrible tráfico de esclavos, base de la boyante economía del sultanato durante siglos.
Merece la pena pasear, sin rumbo, por sus callejas, regatear en sus múltiples tiendas y descubrir esas otras, mucho menos baratas, en las que la artesanía ha elevado su rango. Recomiendo una visita a Memories of Zanzibar, una tienda cara, pero de mercancía muy elegida. Es difícil no comprar algo en ella.
Hay varios hoteles interesantes en Stone Town y siguen apareciendo otros nuevos, casi a diario. En mi opinión personal, hay dos que destacan por encima del resto. Uno es el Zanzibar Serena Inn, un delicioso hotel colonial que nos recuerda los ambientes de las novelas de Agatha Christie. El otro es mi favorito, el exclusivo Emerson and Green (hoy llamado 236 Hurumzi), cuya terraza es una de las atracciones de la ciudad.
El puerto es viejo y destartalado, como casi todo lo demás, pero también tiene un encanto especial, sobre todo cuando lo contemplábamos desde el que fue el mejor restaurante de Zanzibar, el Blues, cuya terraza sobre la bahía y su ambiente cosmopolita invitaban a tomarnos una buena langosta, regada con una refrescante cerveza "Tusker", mientras observábamos a los dhow evolucionar por las aguas cercanas. Por desgracia, hoy ya no existe.
Mnemba Island Lodge |
Al norte de Zanzibar, muy cerca de su costa este, se encuentra la isla de Mnemba. No es probable que exista un lugar parecido a éste en todo el mundo. La isla es muy pequeña, con su zona central poblada de vegetación (con algunos dik-dik, que viven felices en ausencia de depredadores) y completamente rodeada de una inmensa playa blanca, con un arrecife de coral a pocos metros de ella. Es una propiedad privada, con un hotel, el Mnemba Island Lodge, cuya sofisticación absoluta está basada en un concepto único de lujo, natural y primitivo.
Apenas diez cabañas, sin puertas ni ventanas, se asoman a su playa privada desde el borde de la frondosa vegetación central. No está permitido usar zapatos en ninguna de sus impresionantemente sencillas instalaciones, apenas hay luz eléctrica y, si tenemos suerte, veremos el maravilloso espectáculo de las tortugas que acuden a poner sus huevos en la playa...
Un mayordomo personal nos servirá los desayunos y las comidas bajo un discreto cobertizo, frente al mar. Y las cenas, bajo una cúpula de infinitas estrellas, sobre la propia arena de la playa, a unos pasos del agua.
La playa de Mnemba |
No soy capaz de describirlo, pero creo que el Mnemba Island Lodge es hotel (por llamarlo de alguna manera) más extraordinario del mundo, construido sin un solo ladrillo.
No exagero mucho si digo que la impresión que nos transmite es la de haber sido proyectado por el mismo gran arquitecto que diseñó el océano, las palmeras, las constelaciones, la brisa, la arena blanca de sus playas... y el sol de África, que cae cada tarde delante de nosotros, sobre la lejana silueta horizontal e interminable de Unguja, esa isla a la que nosotros llamamos Zanzibar.
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