Cuando unos amigos publicitarios tuvieron la feliz idea de invitarme a la reunión que su grupo de agencias iba a celebrar en Aix-en-Provence, me brindaron la oportunidad de volver a una ciudad que llevaba años sin visitar y de la que, sin embargo, conservaba un recuerdo tan nítido como cálido.
Cours Mirabeau |
Llegar a la ciudad ya es un espectáculo en sí mismo. Las grandes fuentes del cours Mirabeau y sus frondosos plátanos de indias nos dan la bienvenida a la vieja Aix (Aquae Sextiae), a medida que vamos acercándonos al centro.
Esta bonita y ancha avenida, flanqueada por grandes aceras, es la principal arteria de la ciudad nueva, también conocida como quartier Mazarin, en honor del arzobispo de Aix (y hermano del cardenal que fuera primer ministro de Luis XIV), verdadero artífice del desarrollo moderno de la villa, a mediados del siglo XVII.
Cézanne (Bodegón con cortina) |
El cours Mirabeau es el alma de Aix. Está repleto de bellos edificios y concurridos cafés, entre los que destaca el famosísimo Les Deux Garçons, una brasserie histórica, fundada en 1792, por la que han pasado personajes tan importantes como Cézanne y su amigo Zola, Picasso, Pagnol, Edit Piaf o Albert Camus. Es inevitable desayunar, comer, merendar o cenar en ella, con independencia de lo que puedan comentar sus clientes en las redes sociales o el los foros de viajes.
También es imprescindible hacer una parada en el número 12, para comprar unos calissons (los dulces de almendra típicos de Aix) en la confitería Béchard.
Calissons |
No es una casualidad que haya tantas fuentes en Aix. Su mismo nombre nos indica que si el cónsul romano Sextius Calvinus decidió fundar, en el año 123 a. C., una ciudad en este preciso enclave fue no solo por su benigno clima, sino, sobre todo, por los manantiales de agua termal que todavía hoy pueden disfrutarse en las Thermes Sextius.
Las fuentes del cours Mirabeu, sin embargo, son mucho más modernas. La más conocida, la de la plaza de los Cuatro Delfines, data de 1667 y la de los Nueve Cañones, en 1691. La gran fuente de la Rotonda es ya de de 1860.
Catedral de Aix |
Lo cierto es que no quedan monumentos de la época romana en Aix, como en otras ciudades de Provenza, pero sí algunos medievales notables, como su catedral, que mezcla estilos, por los muchos años que duró su construcción.
Como ciudad universitaria que es (su joven y concurrida universidad está compartida con Marsella), tiene una vida animada y cuenta con actividades culturales notables, como el Festival Internacional de Arte Lírico, creado en 1948, que se celebra todos los años en los meses de junio y julio.
Pero hemos hablado mucho de Aix-en-Provence sin mencionar a su hijo más célebre, Paul Cézanne, considerado por muchos el padre de la pintura moderna. Cézanne nació y murió en Aix. Y, aunque vivió largas temporadas en París, nunca se desvinculó de su ciudad natal.
Cézanne (La montaña Sainte-Victoire) |
Hoy podemos conocer muy bien todos los lugares que están relacionados con su extraordinaria obra pictórica gracias a la Ruta Cézanne, un recorrido perfectamente señalizado que consta de cinco caminos diferentes, todos ellos unidos a su vida y a sus cuadros.
Pasar unos días de primavera o de verano en Aix es impregnarse de los colores de la brillante paleta de Cézanne. Podemos ver su casa natal, su estudio, los paisajes que nos legó y, desde luego, la montaña Sainte-Victoire, tantas veces retratada por sus pinceles, que se eleva orgullosa, protegiendo la ciudad y se ha convertido en el símbolo de la pintura del gran artista provenzal.
El Museo Thyssen va a ofrecer, del 4 de febrero al 18 de mayo, una exposición sobre Cézanne. Obviamente habrá que verla, si bien es seguro que no será comparable a la gran muestra que sobre el pintor organizó la Tate Gallery de Londres en 1996, memorable desde todos los puntos de vista.
El taller de Cézanne |
La gran virtud de Paul Cézanne, aparte de haber sido el puente entre el impresionismo y la pintura contemporánea, reside en que su genialidad se ponía de manifiesto tanto en el retrato como en los paisajes y bodegones, siendo capaz de dotar a todos ellos de una especial vida propia, que resiste, sin inmutarse, el paso del tiempo y la evolución de las tendencias pictóricas, manteniendo su actualidad, a través de las décadas. Solo un genio, dotado de un don natural extraordinario, es capaz de conseguir este milagro.
Torre del Reloj |
El Museo Granet también conserva obras de Cézanne. Es interesante de visitar y recoge piezas de muchos otros artistas de diversas épocas. Sin duda uno de los puntos más interesantes de la villa, que no nos debemos perder.
Lo mismo ocurre con la ciudad vieja que, además de la catedral (construida sobre el templo de Apolo, según dice la tradición local), tiene muchos otros monumentos y edificios singulares, entre los que destacan la Torre del Reloj y el palacio arzobispal, cuyo patio sigue siendo sede de algunos eventos del Festival de Arte Lírico.
Muchas veces me he preguntado por qué se le ocurriría a Jean-Françoise (que es quien, realmente, organizó el viaje) citarnos en Aix, una ciudad fuera de los circuitos habituales de las reuniones de negocios. Claro que esas agencias independientes de cinco países éramos muy especiales. Tanto que en lugar de llamar network al grupo, lo llamábamos flexwork. Y así actuábamos, con total libertad y flexibilidad entre todos.
Cézanne (Les grandes baigneuses) |
Y, claro, como no podía ser de otra forma, después de terminar nuestra más que distendida reunión, a la sombra de Paul Cézanne, no dejé pasar la ocasión de escaparme unos días a mi rincón favorito, ese al que yo llamo cariñosamente El triángulo de Provenza, al que, por supuesto, siempre viajo escuchando la romanza de Germont: "Di Provenza il mar, il sol".