Les falaises d'Etratat |
Me acercaba a la costa de Etretat cada vez que tenía que viajar a Fécamp, algo que sucedía con frecuencia en aquellos tiempos.
Yo visitaba a la familia Le Grand, los descendientes del fundador de la empresa, Alexandre Le Grand, creador en 1863 de uno de los licores más famosos del mundo: Bénédictine.
Mi agencia de publicidad en Madrid trabajaba para esta centenaria firma francesa, heredera de la tradición legada por los monjes benedictinos, a través del legendario DOM Bernardo Vincelli, un erudito monje italiano, llegado a Normandía desde Monte Cassino, en el lejano año de 1505.
Vincelli desarrolló la fórmula de un elixir cuyo secreto conservaron celosamente los monjes de la abadía de Fécamp hasta la irrupción de la Revolución Francesa.
Fue entonces cuando el último de los monjes en abandonar la abadía entregó libros y manuscritos a la familia Le Grand, que permanecieron intactos bajo su custodia hasta que Alexandre descubrió entre ellos, en 1863, el original de Vincelli, fechado en 1510, que contenía los detalles de la misteriosa fórmula de su elixir.
Alexandre Le Grand mandó construir un gran palacio para albergar la fábrica de su flamante licor, la sede de su compañía e, incluso, su propia casa.
El espectacular palacio fue inaugurado en 1888 pero el destino quiso que, apenas cuatro años más tarde, un violento incendio lo dejara reducido a cenizas.
Palais Bénédictine |
Pero el palacio resurgió gracias al insistente impulso de Alexandre, quien demostró que su gran coraje y determinación llegaban más allá de lo que ya vaticinaba su muy elocuente apellido, y el nuevo palacio neogótico-renacentista de Bénédictine, aún mayor y más bello que el anterior, se inauguró en 1900.
Once fueron los años en los que tuve la fortuna de manejar la publicidad de esta histórica y singular marca y en ellos se gestaron magníficas piezas como las gigantescas botellas que rivalizaron por un tiempo con el toro de Osborne en las carreteras españolas o la película rodada en el cabo de Creus, sorteando a la censura, que titulamos "27 veces natural" y que alguien rebautizó como "27+1".
Alexandre Le Grand |
Bénédictine, que para mí es tan importante como para la familia Le Grand (aunque, desde luego, por diferentes y mucho mejores motivos), me dio, además, la oportunidad de viajar a Fécamp y conocer bien esa parte de la costa normanda, en la que se encuentran los impresionantes acantilados de Etretat.
Aparte del fantástico palacio Bénédictine, en Fécamp podemos admirar la abadía gótica de la Santa Trinidad y los restos del viejo castillo, el Palais Ducal, cuyo origen se remonta más allá de los tiempos del mismísimo Guillermo El Conquistador.
El campo en Fécamp también es bonito y eternamente verde. Los campos de manzanos, entre prado y prado, proporcionan al paisaje un encanto sencillo y especial, que dulcifica la presencia de los grandes bosques y los altísimos acantilados de este antiquísimo puerto bacaladero normando. En esos campos hubo un pequeño hotel, sencillo y acogedor, cuyo nombre no soy capaz de recordar...
Abadía de Fécamp |
Bajando por la costa llegamos al pueblo de Etretat, situado en el único remanso de paz que los acantilados conceden a la tierra. Allí el paisaje se abre ante nosotros como el inmenso escenario de un teatro natural, alzándose sobre un mar flanqueado por dramáticas y blancas rocas verticales que presentan sorprendentes arcos que han inspirado a artistas como Monet y Courbet, quienes nos dejaron imágenes de eterna belleza, aunque incapaces de igualar a la obra de la naturaleza, que esculpió en Etretat los que probablemente son los acantilados más bellos del mundo.
Entre todos los rincones de esta costa excepcional, el llamado Ojo de la Aguja es, sin duda, el más conocido y fotografiado por los visitantes, pero no hay que perderse ninguno y, a ser posible, se debe pasear por ellos a distintas horas del día, ya que los cambios de luz producen efectos tan diversos como espectaculares.
Monet · El ojo de la aguja |
Especial mención merece el Club de Golf d'Etretat, creado en 1908. Su recorrido sobre los acantilados nos hace disfrutar al máximo, con independencia del resultado que obtengamos con nuestro juego. Aquí, el campo siempre gana al jugador, por muy bien que este haya jugado. Su hoyo 10 es uno de los que no olvidaremos por muchos campos de golf que hayamos visitado.
Hay buenos lugares para alojarse en los alrededores, como el Château-du-Bec, cuya construcción original data del siglo X, y no faltan buenos restaurantes (en casi toda Normandía se come bien), tanto en Etretat (Le Bícorne) como en Fécamp (Le Vicomté).
Los seguidores de Arsenio Lupin (el contemporáneo "rival" de Sherlock Holmes) no deben dejar de visitar en Etretat la casa de su creador, Maurice Leblanc. De igual forma, los admiradores del infortunado Guy de Maupassant y sus relatos de terror, buscarán en Fécamp rastros de su discutido lugar de nacimiento. Pero, de una forma u otra, es indiscutible que estas tierras están unidas al arte, ya sea plástico o literario, un hecho que a nadie que las conozca puede extrañar en absoluto.
A mí, además, viajar por las verdes tierras normandas que enmarcan el intenso color turquesa del Canal de la Mancha, me lleva al remoto tiempo del monje Vincelli, a quien, en última instancia, debo agradecimiento eterno.
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