sábado, 25 de enero de 2014

Ballybunion y el espíritu de Irlanda

Mi amigo y colega Roger Edwards era un entusiasta del golf. Y digo era, porque desde que se fue a vivir a Australia no he vuelto a tener noticias suyas, pese a que hubo un tiempo en el que hacíamos juntos frecuentes viajes de golf por "Britain, Spain... and colonies", como solía decir él, con su británico sentido del humor.

Gracias a estos viajes he conocido algunos rincones de gran belleza e interés en Inglaterra, Irlanda y Escocia que, probablemente, no hubiese llegado a visitar sin el aliciente del golf.

Ballybunion Old Course (Hoyos 10 y 11)
Hoy el golf me aburre un poco, ya que, en contra de lo que los no jugadores creen, es este un deporte mucho más atractivo para quienes están en su plenitud física, manteniendo un espíritu competitivo y muy aguerrido,  completamente inasequible al desaliento.
El golf es el deporte en el que la lucha es más constante y permanente, pues a la disputa con tus rivales hay que añadir la que se libra contra uno mismo, contra las meteorología y, sobre todo, contra el campo (que es quien, en última instancia, suele salir casi siempre victorioso).

Pero también es verdad que quien ha disfrutado del golf en su juventud tiene dentro un eterno veneno, difícil de eliminar que, añadido a la indiscutible belleza de un campo de golf, cuyo entorno suele permitirnos entrar en contacto directo (y prolongado, debido a las características del juego) con una naturaleza tan atractiva como añorada por quienes vivimos en una gran ciudad, nos sigue atrayendo de por vida.

Pues bien, Ballybunion es, sin duda, uno de los grandes templos del golf.
Situado en el sudoeste de Irlanda, en el condado de Kerry y muy cerca del gran estuario del río Shannon, se encuentra en la pequeña localidad homónima, famosa, precisamente, por dar nombre a unos de los clubs de golf más prestigiosos del mundo.

Ballybunion Old Course (Hoyo 6)
El Ballybunion Golf Club se fundó en 1893, fecha en la que fue inaugurado su espectacular Old Course, un links especialmente duro en los días de viento, en los que puede llegar a ser difícil mantenerse en pie en alguno de los segundos nueve hoyos. Un año tras otro, este campo aparece, consistentemente, y en todas las publicaciones de golf con más prestigio, dentro de la lista de los diez mejores campos de las islas, lo que casi equivale a decir del mundo.
Sobre todo cuando hablamos de links, es decir, un campo de estilo tradicional, construido sobre un terreno arenoso, con dunas, junto al mar y prácticamente sin árboles ni obstáculos de agua. Así fueron los primeros campos de golf en Escocia, de donde es originario este deporte, que data del lejano año de 1744.
El British Open (The Open), considerado como el más importante torneo de golf del mundo (con permiso del Masters de Augusta), siempre se juega en un campo de estas características, tan diferentes a la de los típicos campos norteamericanos.

El segundo campo de Ballybunion, el Cashen, diseñado por el gran Robert Trent Jones e inaugurado en 1982, es el hermano menor del Old Course. Jugar en él es un reto igualmente atractivo y también cuenta con varios de sus hoyos paralelos a la línea de la costa. Hay quien dice que es, incluso, más difícil que el antiguo.

Cementerio de Ballybunion
Un recorrido de golf en Ballybunion es mucho más que practicar este deporte.
La poderosa naturaleza de esta costa occidental de Irlanda sobrecoge a cada paso y nos impresiona tanto por lo que nos presenta, que se hace necesaria una gran concentración para que no desviemos nuestra atención del juego.
Ya desde el primer golpe, cuando nos enfrentamos al siempre exigente comienzo de un partido de golf, somos muy conscientes de que Ballybunion no es un campo cualquiera. Frente a nosotros, ligeramente a la derecha, el viejo cementerio local se muestra ante nuestros incrédulos ojos.
Deberemos hacer volar la bola justo sobre la valla de piedra del camposanto para alcanzar la calle en el lugar preciso, corriendo el riesgo de que nuestra primera bola acabe reposando junto a las lápidas de quienes no podremos evitar imaginar como golfistas que nos precedieron y fueron fatalmente derrotados por un campo que no perdona los errores.

Castillo de Minard
Ballybunion produce una profunda y real sensación de soledad cuando observamos sus enormes playas entre las elevadas dunas que protegen la costa.

Sus puestas de sol sobre el mar son de una belleza absoluta y cambiante, en función de las condiciones del cielo, del océano y del viento.

Esta magnífica y sencilla diversidad hace que tanto el campo como el paisaje sean siempre distintos, por lo que nunca jugaremos los mismos hoyos ni tendremos las mismas vistas...


Pero el interés que para el viajero tiene el condado de Kerry no se reduce a Ballybunion.
Killarney, Tralee y la península de Dingle son lugares, también, de visita obligada.

Kinard Beach
Killarney es hoy uno de los destinos turísticos más populares de Irlanda, ya que une su historia y su belleza natural a una posición muy estratégica para moverse por los sitios más atractivos de la zona, que son muchos. El Killarney National Park, primer parque nacional de Irlanda, es una verdadera maravilla de la naturaleza, albergando bosques, restos prehistóricos, espectaculares cascadas, una vieja abadía franciscana, el castillo de Ross y una fauna autóctona abundante y única en la isla. Todo ello a orillas del gran lago que se extiende junto al parque y a la propia ciudad de Killarney.

Tralee es la capital del condado y una ciudad cargada de historia y monumentos. Sin embargo, su fama se debe, sobre todo, al Rose of Tralee, el festival internacional que se celebra todos los años en el mes de agosto y que cuenta con más de medio siglo de tradición.

Dejo para el final el comentario sobre la península de Dingle porque, en mi opinión, es el enclave más notable de todo el condado.
Situada en el extremo más occidental de Irlanda (Dunmore Head), la península es un espectáculo en sí misma. Su orografía montañosa y sus imponentes acantilados se combinan con grandes playas de arena que hacen las delicias de los surfistas y conforman un paisaje inolvidable, muy especialmente en las últimas horas del día.
Por toda la península hay pequeños pueblos de pescadores, celosos guardianes de las tradiciones irlandesas y de su idioma. En ellos encontraremos casas particulares, hostales, pensiones, restaurantes y pubs que nos ayudarán a completar nuestro viaje de la manera más auténtica que pudiéramos haber imaginado en el momento de planificarlo.

Dunmore Head
Dingle es, asimismo, el puerto pesquero que da nombre a la península y cuyo nombre irlandés significa Fortaleza de Hussey.
Orientada al sur y con las montañas a su espalda, su bien protegida bahía tiene un habitante singular: el delfín Fungie, residente en las aguas próximas a su entrada desde, al menos, 1983, cuando fue visto por primera vez desde el faro de Dingle.
La historia de Fungie es de esas que nos convencen de la natural atracción entre delfines y humanos, ya que, sin haber sido nunca alimentado por el hombre y viviendo en absoluta libertad, lleva treinta años disfrutando de las constantes visitas que recibe, hasta el punto de que se creó una flota de ocho embarcaciones para que los viajeros que llegan al puerto tengan la oportunidad de ver de cerca sus evoluciones y saltos junto al barco. La seguridad de ver a Fungie en acción es total, pues, en caso contrario... ¡no se cobra el precio del viaje a los pasajeros!

La otra gran atracción de la península, es especial para los amantes del séptimo arte, es el hecho de que en ella fue donde se rodó la célebre película de David Lean "La hija de Ryan", estrenada en 1970 y que nos emocionó con su oscarizada fotografía de los acantilados y playas de la península de Dingle.
Ningún otro escenario de la bellísima Irlanda podría haber sido más adecuado para la penúltima obra de Lean, el director británico que ya formaba parte de la leyenda del cine, tras realizar "El puente sobre el río Kwai", "Lawrence de Arabia" y "Doctor Zhivago".
Hoy es imposible contemplar los paisajes de la península de Dingle sin ver volar sobre sus playas solitarias la sombrilla de Sarah Miles...


Kerry, Dingle, Ballybunion... el poder del mar, del viento y de las emociones, unidas por la fuerza de unos sentimientos que vuelan hasta el interior del viajero desde lo más profundo del alma irlandesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario